A Edward Dmytryk se le recuerda por títulos imperecederos como Murder, My Sweet o Walk on the Wild Side, con la grandiosa Barbara Stanwyck. También se le recuerda por ser uno de Los Diez de Hollywood, víctima de la caza de brujas de McCarthy y por haber sucumbido ante el comité de actividades antiamericanas, después de pasar unos cuantos meses encarcelado.
Dmytryck también escribiría On film editing, un manual que devendría en verdadera Biblia del montaje.
En el texto, el legendario editor y realizador condensaría su filosofía del oficio de la edición en siete grandes postulados. Los siete legendarios mandamientos del montaje de Edward Dmytryk:
Nunca hacer un corte sin una buena razón. Y la única razón para hacer un corte y añadir otro plano es mejorar la escena.
Si un nuevo corto o un nuevo plano, no contribuyen a alcanzar los objetivos de la escena, es mejor no cortar ni añadir nada. Para Dmytryck, si la puesta en escena o el movimiento de cámara eran lo suficientemente poderosos, era mejor reducir el montaje a su mínima expresión. Un buen ejemplo es el montaje en los musicales.
Cuando existen dudas sobre el fotograma exacto donde cortar, es mejor que sobre a que falte. Añadir unos poco fotogramas a una escena que ha sido recortada demasiado, provoca saltos en la visualización de la escena, y un corte lleno de tales añadidos dificultan la una visualización apropiada y el juicio perceptivo, imposible.
Con toda seguridad, Dmytryk habla de los cortes en moviola, cuando los empalmes de la película se realizaban con cinta adhesiva transparente. En esos casos, uno siempre se guiaba por esta regla. Era mejor que sobraran fotogramas que recortar luego, que añadir los ya cortados y convertir el empalme en un empaste imposible de cinta adhesiva.
Siempre que sea posible, cortar en movimiento. Crear una suerte de distracción es también un principio a trabajar en el corte de la acción
Un corte en movimiento contribuye a la invisibilidad del corte, del montaje. En este caso, el timming del corte es fundamental: en el momento exacto de la acción. Ni muy pronto, ni demasiado tarde.
Lo fresco es preferible a lo rancio. En el arte, la obviedad es un pecado.
O, en otras palabras, la misión primordial del editor es mantener la atención del espectador centrada en la acción, con nuevos punto de vista.
Todas las escenas deben comenzar y terminar con una acción continuada. De forma subconsciente se le debe sugerir al espectador que lo que está viendo es un fragmento de vida en movimiento, no un escena ensayada dentro de un marco visible.
Nuevamente, el objetivo del editor es no aburrir a la audiencia con planos estáticos, “donde no suceda nada”. Una escena dinámica contribuye a la invisibilidad de la técnica de edición y fortalece la sensación en el espectador de estar presenciando un fragmento de vida, de realidad en movimiento.
El corte debe estar motivado por los valores, no por la correspondencia entre planos. Los requerimientos dramáticos de la película siempre deben privar por encima de la mera estética de la edición.
Y, finalmente, el último de los siete mandamientos del montaje de Edward Dmytryk:
Substancia, primero. Forma, después. Las habilidades técnicas no cuentan para nada si son sólo usadas para manufacturar películas que tienen poco que ver con la humanidad.