Hace poco más de una semana vi, en un canal por cable, un documental que desmontaba buena parte de las teorías conspirativas que se tejen en torno a la muerte violenta de John F. Kennedy. Los realizadores se dieron a la tarea de digitalizar en alta definición y restaurar escrupulosamente varios de los films caseros que recogieron el magnicidio: las películas de Zapruder, Nix, Muchmore, Hugues…
Luego, las escudriñaron al detalle, cuadro a cuadro, y reconstruyeron, una y otra vez, desde diferentes puntos de vista, el evento. ¿Resultado? Los teóricos conspirativos perdieron la partida. Aquel magnicidio fue el trabajo de un pistolero solitario, Lee Harvey Oswald.
El trabajo me recordó la meticulosa reconstrucción de un homicidio que realiza el documentalista Errol Morris en su opus magna, The Thin Blue Line. Claro, tomando en cuenta la diferencia de que el primer trabajo estaba destinado a la televisión. He aquí que, días después, The New York Times publica en sus páginas un cortometraje, The Umbrella Man, en el que Morris examina otra teoría conspirativa sobre la muerte de Kennedy que tiene como protagonista al famoso Hombre del Paraguas. En la pieza, Morris recoge el testimonio de Josiah Thompson, autor de Six Seconds In Dallas. En su libro, Thompson afirma que la muerte de Kenney fue el trabajo de tres pistoleros y el cortometraje de Morris muestra un diagrama de una de las armas: el paraguas-pistola.
Según el texto que acompaña al video en el diario newyorkino, se trata de la primera entrega de una serie de cortometrajes sobre el magnicidio que Morris planea desarrollar en el futuro inmediato.
Casi que era de esperarse. La muerte de Kennedy y la abundante evidencia gráfica que recoge el momento desde todos los ángulos, es un material ideal para un documentalista que ha desarrollado toda su obra en torno a la trampas de la imagen y su relación con la realidad. Morris, incluso, ha escrito un libro sobre el tema, Believing Is Seeing: Observations on the Mysteries of Photography.
Con lo de Kennedy, va en serio. Hace poco, también en The New York Times Morris reseñó la nueva novela de Stephen King, 11/22/63. En la novela, un profesor de inglés con una vida personal hecha pedazos, retrocede en el tiempo con la misión de matar a Oswald (o en todo caso, detenerle) y evitar la muerte de Kennedy. Pero en el camino, las dudas le asaltan. ¿Y si Lee Harvey Oswald no fue el magnicida? Uno puede estar seguro que, la investigación que debe desarrollar el protagonista de 11/22/63, fascinó a Morris, pues si en the Thin Blue Line el documentalista trataba de probar la inocencia de un condenado a muerte por un homicidio; en la historia de King, el protagonista debe probar la culpabilidad de Oswald antes de que perpetre el magnicidio.
El Film Zapruder, restaurado y estabilizado (atención: imágenes extremdamente violentas)
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=ozx4_4DZp38[/youtube]
Hace unas semanas, Morris entrevistó a King. Y allí nos enteramos de que para alguien experto en urdir complicadas tramas que atrapan a millones de lectores en todo el mundo, tras el magnicidio no hay otra cosa que una cadena de acontecimientos ordinarios que terminaron cambiando el curso de la historia de la nación más poderosa de La Tierra. King asegura estar de acuerdo con la teoría de otro gran novelista americano:
(…) Norman Mailer (…) dice que a la gente les resulta muy difícil creer que pudo haber ocurrido de la manera en que sucedió, ya que sugiere un universo absurdo. Pero ahí está. La línea es bastante concluyente para mí. El rifle que compró por correo —que trató de usar para dispararle al general Edwin Walker. Y esa es el arma que se encontró en el depósito (de libros) con sus huellas digitales impresas. Y luego corrió, le disparó al agente J.D. Tippit, y lo atraparon. Para mí, eso es todo (…) Simplemente sucedió que Oswald estaba en el lugar correcto en el momento indicado (…) El quería dispararle a alguien. Quería ser alguien famoso. Todo está allí. Las piezas encajan fácilmente.