Este post quizás esté fuera del tópico del blog, pero todo el asunto me resulta apasionante. Por la sencilla razón de que, estoy seguro, la polarización política que vive nuestro país nos ha puesto en situaciones similares a la de la fotógrafa de The Atlantic Monthly, Jill Greenberg: en ese incómodo lugar en el que nuestras convicciones políticas o artísticas chocan con nuestra ética profesional. O simplemente con la más mundana necesidad de pagar las cuentas.
Justificado pues, el asunto, al grano.
The Atlantic Monthly, una publicación estadounidense, contrató a la fotógrafa Jill Greenberg para que retratara al candidato republicano John McCain. Greenberg, una furibunda demócrata que ha sido acusada de maltrato por su trabajo con niños, aceptó el encargo. Después de fotografiar al candidato, envió los resultados a consideración de The Atlantic. La revista publicó una de estas fotografías en su portada. Un excelente retrato, en mi humilde opinión.
El escándalo estalló a posteriori, cuando Greenberg publicó en su página web –The Manipulator, que así se llama– varias de las fotografías que la revista no escogió. Además contó cómo había hecho todo lo posible para hacer lucir a McCain realmente mal en las imágenes. Greenberg usó el viejo truco de los fotógrafos cuando quieren hacer mal su trabajo o hacer que alguien luzca mal en sus imágenes: iluminar al sujeto desde abajo.
Escribió Greenberg en su web:
Él (McCain) no tenía idea de que estaba siendo iluminado desde abajo. Quienes le manejan tampoco. Imagino que no son muy sofisticados que se diga.
Para añadir leña al fuego, Greenberg intervino con Photoshop algunas imágenes que publicó en su sitio.
De allí, a las principales páginas de los más importantes diarios estadounidenses y los más visitados sitios de web, no hubo más que un paso.
El departamento de relaciones públicas de la revista se apresuró disculparse con el candidato, ratificó su decisión de haber seleccionado aquella imagen para la portada, a pesar de que la fotógrafa confesó en su web no haber corregido los defectos de la piel y los ojos rojos del retrato, a propósito. Al mismo tiempo, The Atlantic Monthly marcó distancia públicamente con Greenberg, calificando su conducta como poco profesional.
Finalmente, la revista no le pagó el trabajo.
Greenberg, se defiende alegando integridad artística y política: sus imágenes son su visión como artista de McCain. Greenberg culpa a la revista, pues a sabiendas de su conocida fama de demócrata recalcitrante, aún y así la contrataron para fotografiar un candidato republicano, en plena campaña electoral. The Atlantic Monthly alega que no vetan a nadie por sus inclinaciones políticas.
Pero para otros comentaristas, una cosa es la fotografía artística y otra, muy diferente, el fotoperiodismo. ¿Qué hacía Greenberg? ¿Arte o fotoperiodismo? ¿Es lícito para una reportera gráfica tener su propia visión, su particular manera de ver al personaje retratado? ¿Acaso todos los fotógrafos profesionales no tienen un estilo propio, una manera de ver las cosas que los distingue del resto de sus colegas?
Si la intención de la revista era que McCain saliera “bien” en los retratos ¿por qué contrataron a una fotógrafa demócrata? ¿Hizo lo correcto Greenberg al poner sus convicciones políticas por encima de los deseos del cliente? ¿Violó alguna regla de confidencialidad entre empleado y cliente al divulgar detalles sobre el trabajo realizado? ¿Fue correcto aceptar un trabajo a sabiendas de que haría todo lo posible por hacerlo mal? ¿O el problema es que lo dijo públicamente?
He encontrado artículos que alegan que Greenberg hizo su trabajo. La revista tuvo su retrato y la fotógrafa podía hacer lo que quisiera con el resto de las fotos. Otros aseguran que hubo deshonestidad de su parte: si fotografiar un candidato republicano entraba en contradicción con sus convicciones personales, políticas y artísticas ¿por qué había aceptado el trabajo?
Pero lo que muchos fotógrafos y documentalistas temen es que, de aquí en adelante, como consecuencia del caso Greenberg, su trabajo sea supervisado con mayor rigurosidad por departamentos de imagen y de relaciones públicas. Yo, por mi parte, creo que de aquí en adelante, nadie contratará a Greenberg sin antes pensarlo dos veces.
Algunos enlaces sobre el caso | PDN | Little Green Footballs | About that McCain Photo | Jill Greenberg: Open Mouth, Insert Foot | Exploit and Click