Compromisos de trabajo me impidieron asistir al II Festival del Cine Venezolano de Mérida. Los mismos compromisos —la compleja postproducción de un documental que estoy realizando—; me impidieron ayer informar sobre los premios del evento, aunque sabía los resultados desde la noche del jueves. Debo agradecer pues a nuestros comentaristas, quienes ayer nos mantuvieron informados con sus comentarios. Especiales gracias a Stefano, quien nos transcribió una noticia sobre la premiación.
Pero no quiero dejar pasar la ocasión para señalar cómo se hizo patente en el marco del festival, la emergencia de una nueva generación de cineastas que acaso le inyecte vitalidad al esclerótico movimiento cinematográfico venezolano.
El premio como Mejor Película a Secuestro Express, de Jonathan Jakubowicz, me parece un acto de justicia con una película que marcó; un cambio de rumbo temático y estilístico (y de mercadeo y taquilla, por supuesto) del cine venezolano, un antes y un después en la historia cinematográfica nacional reciente. A poco más de un año de su estreno, aún se sienten las repercusiones de su paso por la cartelera nacional.
Estas repercusiones quizás hayan contribuido a renovar el interés del público por nuestra cinematografía, primero; y por las nuevas propuestas, después. Y es aquí donde entran en escena cuatro novedosas propuestas: la película ganadora del premio al Mejor Guión y a la Mejor Fotografía, Elipsis de Eduardo Arias-Nath; la ganadora como mejor Ópera prima, Plan B de Alejandro Wieddeman y Your Name is Justine, de Franco de Peñaa.
A Secuestro, Elipsis y Plan B habría que sumar la cinta ganadora del premio al Mejor Documental, Tocar y Luchar de Alberto Arvelo, otro ejemplo de la búsqueda de nuevos caminos temáticos y estilísticos de nuevo cine.
Pocas fueron las obras de realizadores veteranos que lograron colarse en los premios. Maroa, de Solveig Hoogesteijn, se llevó un par de premios (a la Mejor Producción, Premio del Público a la mejor película; y el premio al Mejor Sonido —congratulaciones, Stefano), Miranda, de Diego Rísquez ganó el premio a la Mejor Música y, finalmente, Jacobo Penzo se llevó al premio a la Mejor Dirección por Borrador.
En los premios relacionados con la actuación, también dominaron los rostros frescos e inéditos en nuestras pantallas: el trío de Secuestro Express (Carlos Molina, Pedro Pérez y Carlos Madera), la actriz Fabiola Colmenares, de Plan B y Alejandra Troconiz y Carlos Carrero de Al Final del Día y Borrador, respectivamente.
No puedo tampoco dejar de hacer notar que La Ciudad de los Escribanos, de José Velasco, otra ópera prima de corte histórico, se llevó el premio a la Mejor Dirección de Arte, dejando en el terreno a un peso pesado de la dirección artística y la historia como Miranda.
Mi balance, como espectador a distancia, es pues que los nuevos ganaron. Una pregunta a quienes asistieron: ¿coinciden con mi balance? En todo caso, ¿será recordada esta II edición del Festival de Cine Venezolano de Mérida, como el evento que oficializó un cambio radical en la cinematografía venezolana? ¿Qué opinan ustedes?