Las cosas han estado lentas por aquí la última semana. La razón es que estoy enfrascado en un nuevo proyecto para BlogaCine (ya, más adelante, hablaré de él: uno de los premios relacionados con el proyecto será un flamante iPhone de paquete —línea y jaqueo no incluídos), además de otros trabajos y tigres diversos. Pero no quiero dejar de comentar algunas cosas. Primero, el artículo del Pianista en un Burdel, sobre los programas de asesorías sobre guión. A pesar de hacer sido invitado para participar como tutor en uno de estos eventos, el Pianista no está muy seguro de que en el fondo le hagan bien alguno a un guionista:
…cada vez tengo más dudas sobre la verdadera utilidad de estos talleres. ¿Realmente sirven para implementar las capacidades del material argumental? Es decir, ¿ese material argumental realmente necesita una exploración en profundidad? ¿O simplemente necesita, en fin… ser escrito en forma de guión? Ésa es mi gran duda: ¿acaso estas miradas indiscretas, entomológicas, objetivas y frías como la de un tasador, no sirven sobre todo para estandarizar, para contener los bríos creativos y atarlos con las tranquilizadoras riendas de las estructuras clásicas? Es decir, independientemente de la calidad y la brillantez de las propuestas que surjan durante el taller, ¿no está todo el proceso teñido de la intención de controlar el material, de hacerlo inteligible? ¿No son, acaso, las ideas más moderadas las que suelen triunfar?A mí no me cabe la menor duda. Aunque el aporte de estos programa resulta invalorable, sobre todo cuando de resolución de problemas estructurales se refiere, estoy completamente de acuerdo con el guionista: usualmente son las ideas moderadas las que suelen triunfar. Una vez le mostré un argumento de horror a mi tutor en uno de estos talleres: el hombre se horrorizó —en el mal sentido de la palaba: me devolvió el argumento y me dijo que no trabajaba ese tipo de historias. El artículo del Pianista es una lectura que vale la pena. También quería llamar la atención sobre el excelente hilo de discusión que, sobre el guión en el cine venezolano, se ha desarrollado en nuestros foros. En alguno de los comentarios, se ataca la utilidad de los manuales de guión. Yo soy defensor de los manuales (y de la formación del guionista profesional) como punto de partida. Para un neófito que quiere sentarse a escribir uan historia, un buen manual le ayuda a clarificar sus ideas y le indica por dónde debe comenzar. Puedes haber visto miles de películas y leído cientos de guiones que, si no tienes una metodología para escribir, pues nunca lo vas a hacer. Yo me he leído unos cuantos manuales (y otro libros que no pueden considerarse como tales). A continuación, un puñado de lecturas que encuento útiles y reveladoras. Algunas no tienen que ver con el cine (como en el caso del excelente libro de Highsmith), otros ni siquiera son manuales y uno de ellos, es una novela. La de Kundera, ese extraño híbrido entre ficción y ensayo sobre la narración:
- El guión, Robert McKee
- Suspense, Patricia Highsmith
- The End, Jean-Claude Carrère, Pascal Bonitzer
- Aventuras de un guionista en Hollywood, de William Goldman
- El arte de la novela, Milan Kundera
- La insoportable levedad del ser, Milan Kundera
- El guión, Sid Field
- Creación de un personaje, Constantin Stanislavsky
- Un actor se prepara, Constantin Stanislavsky
- Directing Actors, Judith Weston
- The film director’s intuition, de Judith Weston (me lo recomendó Gustavo Rondón y me lo estoy leyendo)
- Anatomía de la Crítica, de Northrop Frye (para quienes se interesan en el tema de los arquetipos narrativos mitológicos)
- Y, por supuesto, la Poética, de Aristoteles