“La peor desgracia que le puede ocurrir a un productor es una nota poco amable de un crítico de Nueva York. Cuando esto sucede, el productor se convierte en un paria en Hollywood. Sus amigos rehuyen de su presencia, cae en la insolvencia y, como un japonés que elige el harakiri, termina inmolándose. Una gran fogata es hecha con la película y con el desafortunado productor. Seguidamente, directores, actores, técnicos y las mujeres del productor también se inmolan. Del dantesco escenario, sólo se salvan los escritores, quienes son amarrados a las colas de dos ponies caucásicos encabritados, que pronto son enviados en direcciones opuestas. Esta costumbre es conocida como ‘una conferencia'”. S. J. Perelman.