No había leído hasta ahora nada que me pusiera los pies en la tierra de forma tan franca, explícita y despiadada:
¿Por qué los cineastas siguen esperando por la legendaria promesa de la exhibición en salas de cine? ¿Por qué insisten tantos realizadores, cuando la perspectiva de éxito para los filmes realizados en forma de spec (esto es, una película hecha con dineros privados con la esperanza de ser vendida a un gran estudio o un distribuidor) se acerca a las mismas probabilidades estadísticas de ganar la lotería? ¿Por qué esencialmente siguen las mismas pautas establecidas?
En pocas palabras, el artículo de GreenCine, titulado Ellos no construyeron su modelo de ventas para ti y al que llegué a través del blog de la revista Filmmaker, argumenta que el modelo de negocios de los grandes estudios pocas veces puede ser aplicado a un filme independiente.
En última instancia ¿por qué gente, de otro modo inteligente, continúa jugando bajo las reglas de los estudios?
Explica el autor que el modelo de negocios está compuesto por varios períodos o ventanas dispuestas en cascada, con el sólo objetivo de vender varias veces un mismo producto (o filme): se comienza con la gira promocional del circuito de festivales, luego pasa a la distribución y exhibición en cadenas de salas de cine; después llega el momento de vender el DVD de la película y, finalmente, la venta de sus derechos de transmisión a los canales de cable, primero; y a la televisión de señal abierta, después.
Muy rara vez, este esquema beneficia al cineasta independiente. Para realizadores que apenas comienzan, jugar bajo esas decrépitas reglas les hace más daño que bien.
En Venezuela, la situación es distinta, pero no mucho.
Por un lado, la Ley de Cine vigente obliga a los exhibidores a proyectar en sus salas una película venezolana por un mínimo de dos semanas. Pero, por otro lado, se da una situación análoga al mercado estadounidense: las películas distribuidas por los grandes estudios, siempre generan mayores beneficios económicos, que los productos de distribuidores independientes o, como en el caso de Amazonia Films, estatales.
Sencillamente, porque esos “productos” no encajan en el modelo de negocios por el que se rige el sistema de estudios. Al fin y al cabo, es su negocio, no el tuyo.