Nadie habla de la corrupción, porque acaso todos estamos inmersos en ella, de una u otra forma, y hay que conservar las apariencias. Nuestro grado de asombro ante sonados casos de corrupción puede darnos una medida del grado de Anomia que aqueja a una sociedad determinada. En algunos países, un caso de corrupción puede echar abajo a un gobierno. En otros, la población admira en secreto al burócrata bribón que logra escaparse con un par de maletas henchidas de dineros públicos. En el mejor (¿o debo decir “peor”?) de los casos, nadie se escandaliza, a todos les parece lo más normal del mundo. Total, si todos lo hacen, ¿por qué no habría de hacerlo yo?
A mí siempre me ha intrigado cómo y por qué una persona de sólidos valores puede verse involucrada en un caso multimillonario de corrupción. ¿En qué momento se derrumban todos sus principios morales y le echa la zarpa a millones? ¿Es un proceso repentino o gradual? ¿Es consciente o inconsciente? ¿Cómo alguien puede robarse una suma inconcebible de dinero y pensar que nadie lo notará, que saldrá bien librado del asunto? ¿Es que la posibilidad de ser atrapados y juzgados por la justicia y la opinión pública no les importa? ¿O es que saben que hay dinero de por medio, cualquier sentencia es susceptible de ser negociada?
Aún y así, ¿cómo una persona íntegra puede robarse millones y vivir tranquila el resto de su vida?
Todo lo anterior viene al caso porque días atrás vi el increíble documental de Alex Gibney, Enron, The Smartest Guys In The Room, y encontré la respuesta a muchas de mis interrogantes. La quiebra del gigante de la electricidad Enron fue, en los Estados Unidos uno de los casos de corrupción más grandes de lo que va de década. Además, en su caída la compañía arrastró a hasta entonces sólidas y respetables firmas de asesoría financiera como Arthur Andersen LLP.
Se trató de un caso de difusión de responsabilidad y racionalización de una magnitud difícil de creer. Una corporación en la que, internamente, la corrupción parecía ser la norma y y donde muchos empleados claudicaron en su integridad moral a favor de la codicia desmedida.
Al ver este documental, a uno le resulta difícil concebir cómo pudo pasar lo que pasó. A mí, particularmente, The Smartest Guys in the Room me parece el colofón perfecto de la serie de Adam Curtis que reseñé hace días atrás: un caso concreto donde opera a sus anchas el lado tenebroso de la naturaleza humana, gracias a la anomia propiciada por una concepción fanática de la libertad de mercado.
Finalmente, también me resultó asombroso descubrir la verdadera razón y los detalles del ascenso de Arnold Schwarzenegger a la gobernación de California y las implicaciones del gobierno de Bush en el caso.
Apresúrense a verlo, porque no sé si los enlaces que he puesto aquí son legales y si, de un momento a otro, ambos documentales van a desaparecer. (Hablando de corrupción…)
Enron, The Smartest Guys In The Room | Doblado al español
Enron, The Smartest Guys In The Room | Inglés