Elizabeth Gilbert tiene un particular método para superar el fracaso. Pero también el éxito. Aunque pocos puedan y quieran admitirlo en público, la carrera artística y el acto mismo de creación está lleno de incertidumbres, dudas y frustraciones. Usualmente, el artista se enfrenta a su obra literalmente cagado de miedo, y me perdonan el francés. Miedo de fracasar, miedo de descubrir que no se tiene talento para lo que se hace, miedo de tomar las decisiones equivocadas, miedo de poder ganarse la vida con la disciplina que se ha elegido.
Incluso, se tiene miedo de no fracasar, de tener éxito. Y de no poder repetirlo.
Para colmo, los demás no ayudan mucho que digamos. Los más cercanos dudas tanto como tú de tu talento o de las posibilidades de éxito. Éxito, eso es otra cosa: nuestra sociedad, nuestros medio están obsesionados con el éxito. Quien no tiene éxito, es un fracasado. Y en realidad, no es así. No porque no se tenga éxito se es un fracasado. Y, por último, está el tema de la crítica. Un cineasta recibirá por su última película, muchas más críticas que las que le harán a un ingeniero o a un médico a lo largo de toda su carrera. Críticas públicas, además. Mucho más demoledoras también.
No es de extrañar, pues, que sea tan larga la lista de artistas que se han derrumbado bajo el excesivo peso del compromiso creativo. Hay quienes se rinden al primer fracaso. Hay quienes después de un primer éxito, acaso demasiado pronto y fácil en apariencia, no logran superar el miedo a no poder repetirlo y tiran la toalla. Y hay quienes ni siquiera se atreven a intentarlo y se inventan toda clase de cortapisas y obstáculos para evitarlo. Tal es su miedo.
Cómo superar el fracaso y el éxito, también
¿Por qué nos asusta tanto el trabajo creativo si, a la final, no es otra cosa que eso: un simple trabajo?
El miedo al éxito, el miedo al fracaso, la duda en el acto creativo, la inseguridad personal ante el talento propio son los temas de la escritora Elizabeth Gilbert, autora de Eat, Pray, Love desgrana en su presentación del TED.
Para Gilbert, el problema sobre cómo superar el fracaso (y el éxito) se remonta al momento en el que el individuo pasó a ser el centro del universo en el mundo occidental y el artista comenzó a ser visto como el recipiente de la genialidad y la creatividad. Cuando empezó a ser catalogado como “genio”. Y, según Gilbert, esa es una responsabilidad enorme para ser puestas en manos de algo tan frágil como la psique humana. He allí el origen de la larga lista de suicidios artísticos, tanto reales como metafóricos, en los últimos quinientos años.
Antes de eso, los antiguos griegos y romanos tenían un mecanismo para defenderse del éxito y el fracaso artísticos. La clave estaba en distanciarse psicológicamente de la obra. Por eso, para los antiguos, el artista no era un genio: el artista tenía un genio. Un genio creativo que le ayudaba a componer su obra, al que le debía su éxito y al que podía culpar de su fracaso. De este modo, los creadores romanos se distanciaban psicológicamente de su obra y podían seguir creando sin sufrir las consecuencias derivadas de los resultados de su trabajo.
El genio creativo estaba allí para proteger al artista de su obra.
En su presentación, Gilbert cita una divertida anécdota de Tom Waits y su proceso creativo, y pone de ejemplo a los bailaores de flamenco. Sin duda alguna, el suyo es un enfoque muy original. Finalmente, Gilbert revela su secreto personal para crear sin dudas ni preocupaciones, después del éxito o del fracaso: seguir trabajando.
Así que ya lo saben: la próxima vez que no les guste un post de BlogaCine, o les aburra alguna de mis películas, no habrá sido mi culpa. Será culpa de mi genio creativo que, en esos días, seguramente se habrá levantado poco inspirado.