He estado tan ocupado que no he podido actualizar el blog en dos días –¡dos días!–, tengo un par de entrevistas pendientes por escribir y publicar y hasta he tenido que madrugar hoy sábado para ver el capítulo final de la primera temporada de Fringe; una serie de J.J. Abrams, que resulta tan disparatada como adictiva.
En los Estados Unidos, el final de temporada de la serie coincidió con el estreno en los cines de Star Trek, una nueva adaptación a la gran pantalla de la añeja y querida serie de TV.
El filme, que se ha convertido en una de las cintas más taquilleras del año, también está dirigido por Abrams. Y, como los portales interdimensionales descritos en Fringe, ambos trabajos parecen estar unidos por vasos comunicantes. El penúltimo capítulo de la temporada presentaba un trekkie cuyas alucinaciones no estaban tan desconectadas de la realidad (de la realidad de la serie se entiende, que de realidad no tiene ni el nombre).
Y, en el último capítulo, referencia a Star Trek es, al mismo tiempo, un homenaje.
Aficionado como es al misterio, a dejar regados aquí y allá huevos de pascua, no me cabe la menor duda de que en algún momento de la película, Abrams habrá escondido alguna referencia a Fringe. No me sorprendería para nada atibar en alguna secuencia del film, la figura elusiva, fugaz y omnipresente del Observer.
Hablando de Abrams y sus misterios, ¿alguno de ustedes ha resuelto el acertijo que como editor invitado, el creador de Lost, elaboró en el número pasado de Wired?
Volviendo a Star Trek, días atrás leí lo que Abrams respondió a los reporteros que le interrogaron sobre la abundancia de reflejos en el lente (lens flare) que hay a lo largo de la cinta. El “flare”, como le dicen en los sets de filmación, suele ser una molestia suprema para directores de fotografía y gaffers, quienes derrochan un tiempo precioso (en un rodaje el tiempo vale oro) moviendo luces y colocando banderas para eliminarlos.
Pero al parecer ni a Abrams ni a Daniel Mindel, el director de fotografía, los flares le quitaron el sueño en el rodaje. Todo lo contrario, incluso invirtieron su tiempo creándolos. Explica Abrams:
Yo quería un sistema visual que se sintiera como único. Sé que hay algunas tomas que, al verlas, me dije “¡Oh, qué ridículo, esto es demasiado”. Pero me encanta la idea de que el futuro es tan luminoso que no podía ser contenido en el fotograma.
Los destellos no sólo ocurrían en las fuentes de luz delante de la cámara, sino aemás fuera de cuadro, lo que fue la clave. Quería crear la sensación de que, justo al lado de la cámara, algo espectacular esta sucediendo (…). Todo se hicieron en vivo, no se añadieron después.
Los reflejos en el lente tienen algo especial, sobre todo en una película que puede ser muy estéril, plagada de efectos visuales digitales y controlada en exceso. Tienen algo increíblmente imprevisible y hermoso.
Era divertido ver a nuestro director de fotografía apuntando el objetico de la cámara con una potente linterna. El asunto se convirtió en todo un arte porque hacerlos requiere de luces de diferentes ángulos y proximidades.
Se convirtió en un arte porque diferentes lentes requieren de luces de diferemntes ángulos y proximidades. En exteriores incluso usamos espejos, a veces enormer. Era, literalmente, ridículo.
Los reflejos en el lente fueron otro actor en escena.
Vía | io9