Hasta los más grandes tienen dudas sobre su talento. Usualmente, son los que más dudan. Como Francis Ford Coppola. Tetro, su cinta más reciente, en la pasada edición del Festival de Cannes. La historia de rivalidades fraternales de alguna manera dejó indiferente a la crítica. Claro, estoy consciente de que eso no significa nada en estos tiempos de crisis en la critica e infotainment desatado. (Ojo: no toda la crítica ha devenido chatarra por obra y gracia de la banalidad propia del infotainment; me refiero a la crítica de cine de los grandes medios tradicionales –que también están en crisis…)
Pero la indiferencia de la crítica no le impide al gran cineasta de 70 años, autor de clásicos como El Padrino y Apocalypse Now, poner por escrito sus reflexiones sobre su obra y sobre sí mismo como autor, sobre sus temores ante su posible falta de talento: sí, Coppola pensaba que no tenía talento como escritor, por eso terminó como realizador.
Dice así:
Desde joven, quería escribir historias. Al principio me imaginaba como dramaturgo, y a los 17 años gané una beca en Dramaturgia y estudié Arte Dramático en la Universidad. Pero creo que a esa edad las habilidades críticas están más desarrolladas que la creatividad, así que me sentí desolado por mi falta de talento. Me convertí en el “tipo técnico” para las producciones universitarias y al trabajar con los técnicos allí arriba colocando las luces del teatro miraba al director abajo trabajando con los actores y pensé: “Yo puedo hacer eso”.
Mi cambio a la dirección fue un éxito y enseguida me convertí en el director más reclamado de la Universidad de Hofstra. Pero el triunfo no aliviaba el dolor que yo sentía por mi falta de talento como escritor. Posteriormente y después de ver la película muda “Octubre” de Sergei Eisenstein, decidí cambir de actividad y solicité una plaza en la Escuela de Cine de la Universidad de California en Los Ángeles y comencé un Máster en Cine.
Francis Ford Coppola también se refiere a su larga ausencia de las pantallas:
Con el paso del tiempo, bien porque cambié yo o cambió ‘la industria del cine’, llegué a cuestionarme el deseo de seguir y no hice ninguna película durante muchos años. Por supuesto que me di cuenta que las películas tienen que ser entretenidas, igual que las obras de teatro, pero me echaba atrás que las películas fueran siempre iguales, con una gran falta de aventura y una cantidad ingente de remakes y segundas y terceras partes –basadas en películas antiguas, los cómics, hasta los programas de televisión.
O en el mundo de los editoriales, parecía que no había novelas nuevas, tan sólo nuevos ‘bestsellers.’ Estaba claro que las cosas habían cambiado y no acababa de encontrar mi lugar. Tampoco tenía mucha idea de cómo financiar ni distribuir la clase de películas que quería hacer, aunque lograra reunir los recursos necesarios para seguir escribiendo.
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