A propósito del estreno de su última película, The Hurt Locker, The New York Times publica una semblanza de Kathryn Bigelow. El filme se centra en las actividades de un escuadrón de explosivistas en Irak, lo que acaso lo dice de todo.
Según el reportaje, la película resulta incómoda para muchos críticos pues no contiene, en apariencia, un mensaje antibélico. Todo lo contrario, gracias al extraordinario estilo de la realizadora, el publico casi puede sentir el vértigo de la adicción a la guerra.
The Hurt Locker no transita por el camino de productos militaristas de Holliwood del tipo Top Gun y Transformers, pero tampoco es un sermón antibélico. Es un diagnóstico, no prescriptivo: es una mirada analítica, pero visceral, a la forma en la que la experiencia de la guerra cambia a los hombres, de qué mala manera les come el cerebro hasta volverlos adictos a ella.
Y es que, al decir del reportaje, Bigelow sabe por qué la gente va al cine, desde que hizo aquella película de vampiros cowboys llamada Near Dark:
Fue el vehículo perfecto para que la realizadora descubriera que vamos al cine por el efecto que las películas tienen sobre nuestros cuerpos, no sólo por las ideas que plantan en nuestras mentes.
O, para decirlo en sus propias palabras, ella hace cine para:
Transportarte a un evento, o a un lugar físico, a una locación, a una experiencia o una odisea emocional que es puramente sensorial.
Artista plástica primero, profesora de arte después, investigadora en el campo de la semiología, por supuesto, la pieza forzosamente tenía que tocar el tema del género y el cine: como ya escribimos antes en esta página, Bigelow siempre ha llamado la atención por ser una mujer que hace el tipo de película que Hollywood reserva para hombres. Para contribuir más a la confusión general, vale decir que Bigelow suele hacer cine de género, pero del género reservado al género masculino. ¿Me explico?
De alguna manera, su negativa a hacer el tipo de películas más asociado con mujeres sugiere que en el cine americano, al menos, género equivale a destino, para parafrasear una máxima familiar freduiana sobre el género.
Finalmente, de acuerdo con Manohla Dargis, la autora del reportaje, Bigelow, al igual que muchas otras directoras, también hace películas “de relaciones”. Sólo que en sus historias, las relaciones se expresan a través de persecusiones, paracaidismo, surf y viven y mueren en el mundo exterior. Y un puñetazo en la cara, de vez en cuando.