La muerte de Michael Jackson es su mutación definitiva. Michael Jackson hizo todo lo que estuvo a su alcance para escapar de esa prisión en la que todos estamos condenados a vivir y morir: nuestro propio cuerpo. Al menos, vicariamente.
Por obra y gracia de las cirugías estéticas alcanzó la ilusión de convertirse en otro. El mayor artista pop de la historia hizo tantas versiones de sí mismo que, al final, difícilmente podía uno discernir cuál era la original, la verdadera. Fue su carne la materia prima de su obsesión por la transformación física. En su vida y en su arte, la metamorfosis fue, más que un tema, una obsesión.
Prácticamente no hubo video musical en el que no se convirtiera en otra cosa: en hombre-lobo, en zombie, máquina o ectoplasma. Dedicó todo un largometraje al tema de la mutación: en Moonwalker, lo mismo era pantera que automóvil de carreras que androide. En The Wiz interpretó al Espantapájaros, una transformación que remitía a su niñez perdida. Él mismo se identificaba con el personaje de Peter Pan –el niño que se negó a crecer– acaso como una forma de compensar la infancia que no disfrutó ni tuvo como niño prodigio. Logró su cometido, fosilizarse en una interminable infancia, pero debió pagar su precio: acusaciones de paidofilia, litigios, chantajes y demandas.
En su video musical Black and White, se valió de la entonces innovadora técnica del morphing para disolver digitalmente, las barreras que se alzan entre los hombres de diferentes tonalidades de piel. Más tarde, en su propia vida, intentaría lo mismo, aunque públicamente culpara al vitiligo de su inexplicable palidez.
Así como al bailar parecía desafiar las leyes de la gravedad, a diario retaba la decadencia natural de su carne. Su imagen, también difundida obsesivamente por los medios, parecía inmune al paso del tiempo. Nuevamente, gracias al bisturí, no envejecía: mutaba. Los partes sobre su batalla contra la mortalidad, a través de extravagantes tratamientos rejuvenecedores y extremas medidas higiénicas, por un momento nos convencieron de que realmente podía vencer la muerte.
Ayer ocurrió su última mutación. Fue su intento final y definitivo de escapar de su propio cuerpo. Tal parece que lo logró. La muerte de Michael Jackson nos enfrenta a su última mutación.