Tenía tiempo sin asistir a un festival internacional de cine (creo que Cannes, en el 2006, fue el último al que asistí) y ya comenzaba a olvidarme de lo necesario, enriquecedor y útil que resultan para cualquier. Es quizás una de pocas maneras que quedan de enterarte de los caminos por los que transita la vanguardia cinematográfica por estos días y de ver esas cintas que nunca verás en las salas de cine comerciales, en los pocos videos clubes que sobreviven y que tampoco te venderá tu dealer callejero favorito. Constituyen además una buena oportunidad para intercambiar experiencias con tus colegas y a veces, el lugar ideal para hacer negocios.
Y ciertamente, esta edición de Cine Ceará, festival iberoamericano de cine de Fortaleza (Brasil), no ha sido la excepción.
El festival está entrando en su recta final y ya es posible percibir los puntos en común de las algunas de las cintas en competencia. Algunas apuestas por la renovación formal y narrativa, mientras que otras exploran los caminos del compromiso político. Por ejemplo, la película cubana Los dioses rotos, de Ernesto Daranas se adentra en territorios temáticos hasta ahora poco explorados en el cine de la isla: la prostitución y el proxenetismo, el jineteo, el machismo, la explotación de la mujer cubana, la religión afrocubana y el mundo del sola. Y lo hace con técnicas y fórmulas narrativas que van del documental a la ficción televisiva.
La mezcla de géneros también es la base de Homo Viator, del argentino Miguel Matos. Mitad documental, mitad ficción, mitad ensayo cinematográfico, Homo Viator cuenta la vida de Haroldo Conti, escritor argentino desaparecido por la dictadura militar, partiendo de sus propios textos.
Anoche pudimos ver dos películas que, a su manera, también hacen buen uso de un mestizaje de técnico, narritvo y formal. Corazón del Tiempo, de Alberto Cortés, se vale de la ficción para crear un ensayo documental de la vida cotidiana en los territorios zapatistas. Con una excelente banda sonora musical, en el filme no hay actores profesionales: los personajes son interpretados por actores naturales de los poblados en los que transcurre la trama. Es la primera película realizada en la zona controlada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Finalmente, la brasileña Se nada mais der certo, de Jose Eduardo Belmonte, es quizás la más arriesgada narrativa y estéticamente hablando. Además de temáticamente, claro está. Con una cámara y un montaje hiperkinéticos, y una propuesta que debe lo suyo a Jean-Luc Goddard, la película cuenta de la historia de un trío de desadaptados y marginales embarcados en un viaje de crimen y autodestrucción.
En el caso de los cortometrajes también notamos un empeño experimental. Pero eso merece un post entero.