La noticia está por todos en la red, pero no por conocida es menos lamentable. Ayer nos dejó uno de los grandes de la Nouvelle Vague y del cine mundial, Eric Rohmer. Taciturno e introvertido, poco dado a la vida pública, su cine era apacible y sin estridencias, concentrado en los detalles y con el amor —o su ausencia—, como tema central.
También escritor, crítico y teórico, integró la plantilla legendaria de críticos en acaso la más brillante etapa de Alfred Hitchcock, realizador de entretenidos, vertiginosos y taquilleros films, un paradigma del autor.
Hacer películas no es para mí un trabajo. Es una pasión, así como otros pueden tener la pasión por el juego, o por la pesca. Nunca sufrí decepciones con mis películas, y no tengo la impresión de haber fracasado con ninguna de ellas. Como buen discípulo de Alfred Hitchcock, es necesario que haya suspenso en cada uno de mis filmes. No me gusta que mis películas sean aburridas.
En su medio siglo de carrera, nos deja una obra prodigiosa. Tenía 89 años.