Semanas atrás, Tuki Jencquel, realizador venezlano me invitó a ver el documental Secrets of the Tribe, de Jose Padilha. Como algunos recordarán, Secrets of the Tribe toma como punto de partida el libro Darkness in El Dorado: How Scientists and Journalists Devastated the Amazon, de Patrick Tierny, para elaborar un alucinante retrato de una tribu nunca estudiada: la tribu de los antropólogos. En especial de los antropólogos que han estudiado a nuestros yanomamis.
La historia de Jencquel
Jencquel llegó a la producción de una manera muy particular. Durante años había preparado un proyecto sobre los yanomamis —un tema, junto a de la antropología, que le interesaba desde su infancia— y, cuando estaba bien encaminado, supo la noticia de que el brasileño Jose Padilha, autor de Bus 174, se disponía a rodar un documental muy parecido al suyo.
Desde Alemania, averiguó el teléfono de Padilha y lo llamó, para advertirle que él también tenía una película en marcha. Pero para su sorpresa, lejos de molestarse, Padilha le ofreció trabajo como director asistente. Y fue así como se sumó al equipo.
El documental, producido por la BBC y cuyos derechos de transmisión han sido adquiridos por HBO, se vale de un estilo casi clínico, científico, antropológico pues, para presentar un grupo variopinto de estudiosos que parece sacado de una novela de Conrad. No en vano, el título de la larga denuncia de Tierny alude a la famosa novela de Conrad, The Heart of Darkness.
Un grupo de científicos sociales locos que lo mismo habrían realizado experimentos poco ortodoxos con los indígenas de amazonas (Napoleon Chagnon), se casaron con alguna niña indígena y se la llevaron a vivir a los Estados Unidos (Kenneth Good, autor de Into the Heart), o se aprovechan de la situación para dar rienda suelta a supuestas inclinaciones pedófilas con los niños yanomamis (de lo que se acusa al lingüista Jacques Lizot, alumno dilecto de Claude Lévi-Strauss).
Secrets of the Tribe, welcome to the Jungle
Pero el estilo clínico, en apariencia objetivo, de Secrets of the Tribe parece lograr el efecto contrario (o, acaso, el deseado): subrayar la locura que parece contagiar a todos los involucrados. Uno ve misioneras católicas que parecen justificar las prácticas de Lizot. Bueno, después de todas las denuncias de pedofilia contra los santos varones de la iglesia, ¿quién puede escandalizarse?. Y un espectáculo musical, realmente alucinante y terrorífico, kitsch en tecnicolor, ideado por Sting. Hay entrevistas con Charles Brewer-Carías (inserte su comentario aquí). Y con Tierny, quien ciertamente, némesis de Chagnon al fin, parece compartir su delirio.
Quizás esta sensación de desmadre psicológico que transmiten toda cada una de las entrevistas a los involucrados, se derive del contrapunteo que Padilha establece el testimonio de sus “sujetos de estudio”, varios indígenas yanomamis. Que, para sorpresa de muchos antropólogos, resultan ser seres humanos, de carne y hueso. Con miedos, prejuicios, necesidades. Vida propia, en fin.
Finalizada la proyección, uno no puede dejar de cuestionar, no ya la ética del conducta individual de los antropólogo, o la de sus estudios; sino cuestionar la ética de toda la antropología como ciencia social.
Cuando hace casi una década Tierny vino a Venezuela a promocionar su libro, escribí un reportaje para una revista venezolana. En esos días se hablaba de Constituyente y refundación de la patria. Alguna elección estaba cerca y una comisión parlamentaria de asuntos indígenas se apresuró a promover una investigación sobre las denuncias.
¿Y qué pasó?
Nada.
¿No es trágico?
¿No es escandaloso?
¿Acaso no es triste?