[youtube]https://www.blogacine.com/links/cannes-2010-carlos-trepidante-thriller-sobre-el-chacal-venezolano-ilich-ramirez”>la biografía de Carlos, dirigida por Olivier Assayas, en Cannes, “un trabajo fascinante sobre una brutal y poco interesante figura histórica”. Se refiere desde luego al terrorista venezolano Illich “Carlos” Ramírez.
La interrogante viene a colación por la calidad visual del filme. En principio supuso que podía haber sido filmada con una RED, al igual que la boiografía del Che de Soderbergh. Luego descubriría que, contrariamente a lo que había pensado, Carlos había sido rodada en 35mm, lo que resulta muy curioso pues se trata de una serie de TV.
No obstante, en lo que ya se está afianzando como una tendencia en la mayoría de los festivales del mundo, la película había sido proyectada en video de alta definición.
Para la mayoría de la gente, incluso para los críticos de cine, probablemente esto no parece ser una cuestión de especial urgencia. Pero sí lo es. en buena parte de su historia, el entretenimiento de la imagen en movimiento se ha creado con los procesos de celuloide de principio a fin. Se filma en película, se procesa y se edita utilizando técnicas de cine; y luego se imprime, que es como la mayoría de nosotros hemos visto películas hasta muy recientemente. En otras palabras, durante gran parte de su historia, el cine era el cine. La película impresa fue parte de las razones por las que amamos el cine. Y ahora que está desapareciendo tenemos que interrogarnos sobre lo que queda.
Dargis explica entonces que el costo de las copias en 35mm para la exhibición teatral se ha vuelto prohibitivo y que exhibidores y festivales se están decantando por la adquisición de imágenes y exhibición digital. Sin embargo, apunta, muchos exhibidores se cuidan de decirle al público que están pagando 12 dólares por ver lo que no es otra cosa que una copia Blu Ray de la película.
En The Virtual Life of Film, el teórico cineamtográfico D.N. Rodowick escribe: “Si bien la película desaparece, el cine permanece – al menos en las formas narrativas imaginadas por Hollywood desde 1915.” Al mismo tiempo, sin embargo, la desaparición de la película tiene para él su trascendencia y, como afirma, “ha tenido consecuencias estéticas profundas e históricas.”
Con el libro del filósofo Stanley Cavell A World Viewed como referencia, el Sr. Rodowick apunta que, debido a que la película crea una copia física del mundo, nos proporciona una imagen de un mundo pasado. Lo que importa, en última instancia, no es lo real de ese mundo perdido (o “espacio pasado”), sino su verosimilitud. Más bien, el Sr. Rodowick escribe que es “una cuestión metafísica de contacto con el mundo de la que nos han separado”
El Digital, por el contrario, sólo nos da los datos: unos y ceros.
A estas consideraciones filosóficas y metafísicas, quizás debamos añadir otras de índole económicas: en los Estados Unidos los precios de las entradas se han incrementado hasta rozar los 20 dólares por cabeza, debidos a los altos costos de distribución y exhibición. ¿Valdrá a la pena gastarse una pequeña fortuna en una salida al cine para ver una proyección equivalente en calidad a la del equipo en nuestra sala de estar?
Finalmente, se pregunta:
¿Qué significa esto para un largometraje como Carlos, que en algún punto de la línea se transformo en una película digital con poca densidad de la rica textura del material fílmico? Sinceramente no lo sé.
No obstante, la pregunta no respondida generó una interesante discusión en los comentarios de su artículo.