Hace escasos días cayó en mis manos -y casi por casualidad- el DVD de Mondo Cane (Perro Mundo), un pseudo-documental italiano del que siempre oí hablar, y del cual incluso llegué a pensar que estaba terriblemente mitificado. Se trata del precursor del género (o sub-género) Mondo, que aun conserva su extraordinario estima originario.
A esto se le suma que las asombrosas imágenes registradas para el documental Mondo Cane ya cumplen medio siglo, pues a pesar de ser estrenada en cines de todo el mundo en 1962 (en Italia la premiere fue en marzo de ese año), el rodaje se produjo el menos 2 años antes, de forma
aleatoria y hasta accidental en muchos de los registros.
Este hito del cine mundial es también conocido como shockumentary (o algo así como “documental de shock”). Es una colección de bizarras secuencias con actividades diversas que pueden dar un esbozo de la conducta humana en determinados recovecos del planeta.
Y es que Mondo Cane es un recorrido por muy particulares rincones de cada uno de los continentes. Con imágenes concatenadas entre si por medio de una maravillosa banda sonora, y guiadas a su vez por una narración en off que hace énfasis en matizar las descripciones y explicaciones previas. Todo, con un humor negro no siempre sutil.
Este caleidoscopio antropológico y sensacionalista ofrece al espectador una mirada única e intrigante de la vida en el planeta en una selección de planos deslumbrantes, hilados con gracia. Una chocante gama audiovisual que también puede traducirse como educación malsana. Fruto de esta exhibición sin pudor -y a manera de mosaico- de actividades y rituales que no en vano podríamos imaginar que están alejadas de lo natural, lo lícito, lo apropiado, lo pueril y hasta del sentido común básico.
Los directores
El creador de Mondo Cane es el documentalista Gualtiero Jacopetti. No obstante, se le ve compartir créditos con Paolo Cavara y el realizador Franco Prosperi, unas veces menos protagónica que otras.
Jacopetti era periodista en ese entonces, y registró en imágenes diversas excentricidades del comportamiento humano alrededor del mundo. Para colmo, decidió también inventar algunas de esas imágenes. Fue un visionario, tal vez.
La idea era ofrecer lo “nunca antes filmado” para generar en el público sensaciones muy fuertes. En cualquier extremo el espectador nunca sería trastocado, pues siempre se contaba con la seductora y eterna “protección” que tiene el cine (esto de apreciar cualquier atrocidad bajo el confort de saber previamente que lo hacemos en un “ambiente controlado”, en donde nada nos puede pasar). Al fin y al cabo de eso se trata la magia del cine, es posiblemente su bondad primaria.
Pero, ¿cuál era el límite? Al parecer Mondo Cane estaba más cerca del divertimento descarnado que del “tratamiento Ludovico”. No pretendía mostrar para modificar alguna conducta; sino, simplemente, mostrar.
En el caso de Mondo Cane existía una variable que modificaba la variante: esto no se vendía como ficción, sino como un “trabajo periodístico”. Por ende, sorprenderse con imágenes que nos mueven hasta el último cimiento no podía ser una sensación fácilmente contrarrestada con la auto-terapia de la reiteración mental:
¡Debo calmarme! Es solo un documental… ¡Debo calmarme! Es solo un documental…
La terapia no funcionaría, sería un agravante en todo caso.
Es entonces cuando se podía dudar de la virtud del cine “preservado”. Más bien esto coqueteaba con nuevas cualidades. Ahora se trata de un género un tanto forajido y opresor. Una película que permitía abrir la boca a la par de los ojos. U obligaba a cerrar estos incluso.
Estos realizadores italianos dieron en el clavo presentando dos horas de bizarre collage en un documental que pareciera licuado junto a una guía turística de destinos (en su mayoría, bastante terroríficos) a donde nadie quisiera ir. El resultado se tradujo en millones de dólares de taquilla alrededor del mundo, y además la responsabilidad de considerar a Mondo Cane la película “que inició todo” (Continúa…)