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Anders Anders Behring Breivik y Lars von Trier, crímenes y ficciones

Si Anders Behring Breivik hubiera lucido una hatta mientras perpetraba su masacre habría sido otro cantar.Les juro que lo vi venir de lejos. Sólo era cuestión de tiempo. Pero tarde o temprano, ocurriría. Había notado la tendencia prácticamente desde que se conocieron los primeros detalles de la identidad del autor de semejante atrocidad. Comenté en Twitter sobre el silencio de ciertos opinadores de la red y sitios web de tendencia libertaria, usualmente escandalosos, tremendistas y gárrulos cuando ocurre algo así.

Pero el hombre es un fanático cristiano, radical de derechas, anti-islamista y antijihadista, blanco y occidental que se tomó la molestia de escribir un manifiesto de más de mil 500 páginas para dejar bien clara su posición política y su línea de pensamiento.

Anders Behring Breivik, nuevo cruzado
Anders Behring Breivik, nuevo cruzado

Según Thomas Hegghammer, coautor de Al-Qaida in Its Own Words, Breivik es un buen representante de los movimientos “macronacionalistas”, y su ideología no es más que la versión cristiana y de derecha del fanatismo panislámico radical. Escribe Hegghammer en un esclarecedor artículo publicado por The New York Times:

Tanto Anders Behring Breivik como Al Qaeda se ven a sí mismo como comprometidos en una guerra de civilizaciones entre Occidente y el Islam que se remonta a las Cruzadas. Ambos luchan en nombre de entidades transnacionales: la “ummah” —o “comunidad” de todos los musulmanes— en el caso de Al Qaeda, y Europa en el caso de Breivik. Ambos enmarcan sus luchas como una guerra defensiva de supervivencia. Ambos odian sus respectivos gobierno por colaborar con un enemigo externo. Ambos usan el lenguaje del matirio (Breivik define sus ataques como una “operación de martirio”). Ambos se llaman a si mismo “caballeros” y se apropian de los ideales de caballería medieval. Ambos lamentan la erosión del patriarcado y la emancipación femenina.

De modo pues que con su voluminoso manifiesto, Breivik había enchabado el movimiento. Contra eso, poco nada se puede hacer. Salvo, quizás, echarle la culpa al cine. Fue lo primero que me pregunté al ver las imágenes de la masacre: “a ver a cuál película culpan ahora”. Lo veía venir y finalmente ayer se supo: Dogville, de Lars von Trier, resultó la escogida. Alguien fue a hurgar en el perfil de Facebook del asesino en masa y encontró, entre su lista de películas favoritas, la cinta del danés.

Por encima de 300, de Zack Snyder. Pero esas no sirven para el propósito de desviar la atención de las verdaderas motivaciones del asesino —políticas y religiosas, principalmente. Según el punto de vista adecuado, ambas películas podrían interpretarse como propaganda de guerra del lado occidental en la lucha de civilizaciones. En cambio, Dogville acababa en una masacre, un detalle ideal para provocar una buena controversia, sin mucha profundidad ni reflexión, sobre los efectos nocivos del arte y la ficción. Para colmo, Lars von Trier acaba de pasar el trago amargo de su expulsión de Cannes por culpa de un chiste poco afortunado, lo que le hace un buen candidato.

El danés ha tenido que salir a dar explicaciones, a pesar de no tener ni arte ni parte en el asunto, y de que película es justo lo contrario: un alegato contra la violencia.

Me enferma pensar que Dogville, que a mi juicio es una de mis películas de mayor éxito, pudo haber sido una especie de guía para él (para Breivik). Es horrible. Mi intención con Dogville era completamente la opuesta. A saber, inquirir si podemos aceptar a un personaje que se venga de todo un pueblo. Y aquí tomo distancia absoluta de la venganza. Es una forma de matizar al personaje y nuestros sentimientos, y hasta de ponerlo en evidencia, de modo que no es sólo blanco y negro.

La ficción es un buen chivo expiatorio. El arte en general, suele serlo. Hay quienes vieron en OldBoy la causa de matanza perpetrada por Cho Seung-Hui, el infausto School Shooter. La lista puede llegar a ser interminable y dar cabida a todo cómic de superhéroes, a cada película de acción, a cualquier juego de video como incitaciones a la violencia. Dogville es sólo la entrada más reciente.

Pero nunca veremos en esa lista los libros de las dos más grandes ficciones urdidas por la Humanidad y las mayores causas de violencia en su historia: la religión y la política.

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