¿Y la crítica? La pregunta se repite hasta el hartazgo y aún nadie termina de ponerse de acuerdo. No obstante, yo he encontrado la respuesta en un fragmento del monólogo de Anton Ego, el reseco gastrónomo de Ratatouille. Al menos, es la respuesta que a mí me gusta, por su diáfana sencillez:
En muchos sentidos, el trabajo del crítico es fácil. Corremos muy pocos riesgos y sin embargo, disfrutamos de una posición sobre aquellos que ofrendan su trabajo y su ser a nuestro juicio. Nos esforzamos en la crítica negativa, que es divertida de escribir y leer.
Pero la amarga verdad que los críticos debemos enfrentar es que, en el gran esquema de cosas, la pieza promedio de basura es probablemente más significativa que nuestra crítica que así la designa. No obstante, hay ocasiones en que un crítico verdaderamente arriesga algo: en el descubrimiento y la defensa de lo nuevo.
El mundo es a menudo cruel con los nuevos talentos, con las nuevas creaciones. Lo nuevo necesita amigos…
Un crítico que no descubra ni defienda lo nuevo y se agote en la mera crítica negativa, divertida como dice Ego, pero facilona, no está cumpliendo con su papel. No merece llamarse como tal.