De vez en cuando, el gordo Juancho pasa por casa a contarme su última idea genial.
—Películas en 3D de realidad inmersiva para reproducir en la comodidad de su hogar la experiencia de ir al cine —me suelta a quemarropa.
—Explícate.
—¿Te has dado cuenta de que muchos usuarios de Internet, sobre todo españoles, justifican el bajarse una película con el argumento de que no soportan ir al cine por la mala proyección, el pésimo sonido, el parloteo de la gente, el ruido del celofán de los envoltorios de dulces, los timbrazos de los celulares o el parloteo de la gente?
—Uno de sus argumentos preferidos…
—Pero, ¿te has dado cuenta de que luego se bajan una película grabada de la pantalla de algún cine, con pésima proyección y peor sonido, con nucas atravesadas, ruido de celofán, timbrazos de celulares y parloteo de espectadores, y la ven tan tranquilos, sin quejarse ni nada?
—No —admito—, la verdad que no…
—Cuesta entenderlo, ¿no? En Venezuela la gente se quejaba de que las películas venezolanas tenían muy mal sonido. Pero ahora las ven en esas copias con sonido inaudible.
—La verdad es que tienes razón. Una contradicción…
—Inexplicable —dice destapando una cerveza con los dientes—. Pero yo tengo una teoría…
—Soy todo oídos.
—Si bien esos espectadores españoles detestan ir al cine, necesitan reproducir en casa la experiencia de ir al cine. ¿Me explico?
—Te explicas…
—Para disfrutar de forma total la película, necesitan de las nucas atravesadas, el “permisito que voy a pasar”, los llantos de los niños, los teléfonos celulares y el besuqueo estentóreo de las parejitas de quinceañeros…
—Suena lógico —miento.
—¿Y sabes que?
—No sé qué…
—Que creo que he descubierto uno de esos nichos de los que habla ese libro de La Cola Larga.
—Ese mismo…
—Sigo siendo todo oídos…
—El nicho de la gente que necesita reproducir la experiencia de ir al cine en la comodidad de su hogar… Si el público, sobre todo el español sigue bajando y viendo esas películas, es porque hay una demanda que satisfacer. Hay todo un mercado allí afuera y nadie se había dado cuenta.
—Hasta ahora…
—Hasta ahora.
—¿Un mercado como para qué?
— ¿Cómo que para qué? Para películas en 3D de realidad inmersiva que reproducen la experiencia de ir al cine… Ya te lo dije al comienzo de este post… ¿Entiendes?
—Sinceramente: no.
—Imagínate: después de filmada la película, la proyectas en una sala llena de actores que interpretan al público y la filmas de nuevo con tecnología 3D. Las nucas de los espectadores quedarán en primer plano, fuera de foco para subrayar la profundidad de campo y, al fondo, se verá la pantalla. Las nucas cambiarán de posición según avance la película para obligar a los espectadores en casa a cambiar de nalga para ver mejor. A su alrededor, en glorioso sonido Dolby Surround 5.1, escucharemos los comentarios del actor que interpreta al espectador impertinente, las preguntas de la actriz que hace de la ricura de la fila trasera que nunca entiende la trama, el llanto desconsolado de los niños que se mean en vida pero que sus papás se niegan a llevar al baño para no perderse la película…
—El besuqueo… —le interrumpo—. No te olvides…
—El besuqueo de los adolescentes calientes… Eso… —dice y saca una libreta para ir anotando las ideas—. El chirrido del celofán… El ruido del proyector…
—Tampoco te olvides del clásico grito de: “¡Foco!”
—Ni de uno que otro chiste espontáneo… Luego, haces una edición en DVD y Blu Ray 3D y se los vendes a todos aquellos que quieran disfrutar de la experiencia de ir al cine…
—En la comodidad de su hogar… Suena como un slogan ya. Lo mismo que las copias pirateadas, sólo que con mejor calidad.
—A lo mejor la versión 2.0 puede ser interactiva.
—Como un video juego.
—Exacto. Que permita al usuario interactuar con todos los espectadores virtuales a su alrededor.
Se queda un rato pensando en silencio y puedo leer en su cara cómo cuenta mentalmente los millones de dólares que ganará con su idea.
Entonces, me lanza una de sus miradas tipo Steve Jobs:
—¿Invertirías en algo así?
—Ni de vaina.
—La verdad es que yo tampoco…