En las actividades recientes que hemos realizado en el Taller Varan el tema del sonido ha sido muy discutido, en la realización es muchas veces poco tomado en cuenta.
En las discusiones ha surgido la lectura que compartiré a continuación que sirve para pensar desde el punto de vista del sonido, ya que somos seres eminentemente visuales.
Así la próxima vez que agarremos una cámara no sólo nos enfoquemos en el plano y lo que vemos, sino en lo que escuchamos. Que también cuenta su historia.
Nunca vi un sonido, R. Murray Schafer
Ahora quisiera hablar de los sonidos. El mundo está lleno de sonidos. No puedo hablar de todos ellos. Hablaré de sonidos que importan. Para hablar de sonidos, produzco sonidos. Creo – un acto original que realicé en el mismo momento en que emergí en esta tierra. La creación es ciega.
La creación es sonora. “En el comienzo, Dios creó el cielo y la tierra” – con su boca. Dios nombró el universo, pensando en voz alta. Los dioses egipcios existieron a partir de que Atum, el creador, los nombró. Mithra existió a partir de las vocales y las consonantes. Los dioses terribles existieron a partir del trueno. Los dioses fructíferos existieron a partir del agua. Los dioses mágicos existieron a partir de la risa. Los dioses místicos existieron a partir de ecos distantes.
Toda creación es original. Todo sonido es nuevo. Ningún sonido puede ser repetido de manera exacta. Ni siquiera tu mismo nombre. Cada vez que se lo pronuncia es diferente.
Y un sonido oído una vez no es lo mismo que un sonido oído dos veces, así como un sonido oído antes no es lo mismo que un sonido oído después. Todo sonido se suicida y no vuelve.
Los músicos lo saben. Ninguna frase musical puede repetirse de manera idéntica dos veces. Los sonidos no pueden conocerse de la misma manera que puede conocerse lo que se ve. La visión es reflexiva y analítica. Coloca las cosas una junto a la otra y las compara (escenas, diapositivas, diagramas, figuras . . . ).
Esta es la razón por la cual Aristóteles prefería la visión como “la fuente principal de conocimiento”. Se puede conocer lo que se ve. Se puede nombrar lo que se ve. Lo sonoro es activo y generativo. Los sonidos son verbos. Como toda creación, el sonido no es comparable. Por lo tanto, no puede existir una ciencia del sonido, sólo sensaciones… intuiciones… misterios…
En el mundo occidental, y por algún tiempo, la vista ha sido el referente para toda experiencia sensorial. Predominaron las metáforas visuales y los sistemas escalares. Se inventaron ficciones interesantes para pesar o medir sonidos; alfabetos, escrituras musicales, sonogramas.
Pero todos saben que no se puede pesar un susurro o contar las voces de un coro o medir la risa de un niño. Posiblemente sea ir demasiado lejos afirmar que en una cultura aural, la ciencia, especialmente la física, la matemática y sus subordinadas -estadística, fisiología, psicología empírica, dibujo, demografía, la banca, etc. (la lista es larga)- desaparecerían. Tal vez sea suficiente decir que en culturas puramente aurales ellas no aparecen.
¿Me fui de tema?
Estaba diciendo que todo en el mundo había sido creado por el sonido y analizado por la vista. Dios primero habló, y recién después vio que estaba bien. ¿Qué pasa si no está bien? Entonces,Dios destruye con sonido. El ruido mata. La guerra. El Diluvio Universal. El Apocalipsis.
El ruido bloquea. Convierte el lenguaje en un políglota; es lo que sucedió en Babel. Cuando el ruido del mundo se convirtió en algo tan grande que molestaba “incluso a las partes interiores de los dioses”, éstos liberaron el Diluvio Universal (Epic of Glgamesh). Algunos dicen que el sonido del apocalipsis será de una intensidad tal que destruirá los oídos (Mahoma en el Corán o Juan de Patmos en la Revelación).
Otros sostienen que “el mundo no terminará con una explosión, sino con un gemido”. En cualquier caso, va a sonar, porque todos los acontecimientos traumáticos conservan el sonido como su medio expresivo: guerra, violencia, amor, locura. Sólo la enfermedad es silenciosa y no consiente el análisis.
Vengan conmigo y siéntense en la platea de la vida. Los asientos son gratuitos y el entretenimiento es continuo. La orquesta mundial está tocando permanentemente. La oímos de adentro y de afuera; de cerca y de lejos. No existe el silencio para los vivos. No tenemos párpados en los oídos. Estamos condenados a oír. Oigo con mi pequeño oído…
La mayor parte de los sonidos que oigo están ligados a cosas. Uso los sonidos como indicios para identificar dichas cosas. Si están ocultas, los sonidos las revelarán. Oigo a través de la selva, a la vuelta de la esquina y por encima de los montes.
El sonido llega a lugares a los que la vista no puede. El sonido se zambulle por debajo de la superficie. El sonido penetra hasta el corazón de las cosas. Si dejo de tener en cuenta las cosas a las cuales el sonido está ligado el mundo fenomenológico desaparece. Me vuelvo ciego. Soy arrastrado sensualmente por la vasta música del universo.
Todo en este mundo tiene su sonido – incluso los objetos silenciosos. Conocemos los objetos silenciosos golpeándolos. El hielo es delgado, la caja está vacía, la pared es hueca. He aquí una paradoja: dos cosas se tocan pero sólo se produce un sonido. Una pelota rebota contra la pared, una baqueta golpea un tambor, un arco frota una cuerda. Dos objetos: un sonido. Otro caso en el que 1 más 1 es igual a 1.
Tampoco es posible unir sonidos sin que cambien su carácter. La paradoja de Zeno: “Si una medida de granos derramado sobre el piso produce un sonido, cada grano y cada parte de cada grano deben producir también un sonido, lo cual, en realidad, no es cierto”: En acústica, la suma es igual a una diferencia.
Los sonidos me hablan de espacios, sean grandes o pequeños, estrechos o amplios, interiores o exteriores. Los ecos y la reverberación me brindan información acerca de superficies y obstáculos. Con un poco de práctica puedo comenzar a oír “sombras acústicas”, tal como hacen los ciegos. El espacio auditivo es muy diferente del espacio visual.
Nos encontramos siempre en el borde del espacio visual, mirando hacia adentro del mismo con nuestros ojos. Pero siempre nos encontramos en el centro del espacio auditivo, oyendo hacia afuera con el oído. En consecuencia, la conciencia visual no es igual a la conciencia aural. La conciencia visual mira hacia adelante. La conciencia aural está centrada. Yo me encuentro siempre en el corazón del universo sonoro. Me habla con sus muchas lenguas.
Me habla con las lenguas de los dioses. No se puede controlar o estructurar el universo acústico. Más bien lo contrario. Esta es la razón por la cual las sociedades aurales son consideradas no progresivas; es que no miran hacia adelante. Si quiero ordenar el mundo debo convertirme en un “visionario”. Entonces, cierro mis oídos y construyo cercas, líneas de propiedad, caminos rectos, paredes.
Todos los temas principales de la ciencia y la matemática desarrollados en el mundo occidental son silenciosos (el continuo espacio-tiempo de la relatividad, la estructura atómica de la materia, la teoría ondulatoria-corpuscular de la luz) y los instrumentos desarrollados para su estudio, el telescopio y el microscopio, la ecuación, la gráfica y, por encima de todo, el número, son también silenciosos.
La estadística trata con un mundo de cantidades que se presume silencioso. La filosofía trata con un mundo fenomenológico que se presume silencioso. La economía trata con un mundo material que se asume silencioso. Incluso la religión trata con un Dios que se ha vuelto silencioso. La música occidental también está concebida a partir del silencio.
Durante dos mil años ha estado madurando dentro de paredes. Las paredes introdujeron una cuña entre la música y el paisaje sonoro. Los dos se separaron y se volvieron independientes. La música dentro; el pandemonium (es decir, los demonios) afuera. Pero todo lo que se ignora regresa. La oscuridad vehemente del paisaje sonoro regresa para enfrentarnos en la forma de contaminación sonora.
En tanto problema articulado el ruido pertenece exclusivamente a las sociedades occidentales. Se trata de la disonancia entre el espacio visual y acústico. El espacio acústico permanece soslayado porque no puede ser poseído. Se le retiran los privilegios – una alcantarilla sonora.
Hoy vemos el mundo sin oírlo, desde atrás de edificios vidriados. En una sociedad aural todos los sonidos son importantes, aún cuando apenas se los alcance a oír casualmente. “En el momento en que oigas el grito de la grulla inicia la plantación de invierno” (Hesiodo: Trabajos y días).
En Ontario la señal para parar de taladrar los arces es cuando se oyen las ranas de primavera; después de ello, el hielo se derrite, la savia es más oscura, el jarabe es inferior. Otro ejemplo: un hombre camina por la nieve. Se puede saber la temperatura a partir del sonido de sus pasos. Es una forma distinta de percibir el medio ambiente; una en el que los sentidos no están divididos; una que reconoce que toda la información está interconectada.
Algunos sonidos son tan únicos que una vez que uno los oye jamás podrá olvidarlos: el aullido de un lobo, la llamada del somorgujo, una locomotora a vapor, una ametralladora. En una sociedad aural sonidos como éstos pueden ser resaltados y mimetizados en una canción y en el habla tan fácilmente como la sociedad visual puede hacer un dibujo o un mapa. La sociedad visual siempre se muestra sorprendida por la capacidad de retención aural de personas que no pasaron aún por la fase visual.
El Corán, la Kabala y la Ilíada fueron memorizados una vez. Recuérdalo. El ser humano visual tiene instrumentos para ayudar a retener las memorias visuales (pinturas, libros, fotografías).
¿Cuál es el dispositivo para retener memorias aurales? La repetición. La repetición es el medio de la memoria para el sonido. La repetición es el medio por el cual los sonidos son retenidos y explicados. La repetición es el medio por el cual la historia del mundo se afirma.
La repetición nunca analiza; simplemente insiste. La repetición hace que el escucha participe en la declaración, no comprehendiéndolo, sino conociéndolo. “Está escrito, pero te digo que… ” Y te lo diré una y otra vez, porque hay que Oír para Creer. Cuando logramos liberarnos del predominio del mundo visual-analítico y lo reemplazamos por la intuición y la sensación, comenzamos a descubrir nuevamente la verdadera afinación del mundo y la exquisita armonía de todas sus voces. Encontraremos el centro.
Entonces, todo el cuerpo se convertirá en oído y todos los sonidos vendrán a ti, los conocidos y los desconocidos, los dulces, los tristes y los urgentes. Cuando mi cuerpo yace en la noche blanco y azul en la cama, todos los sonidos llegan a mí desde su propio acorde, sin apuro, extrañamente mezclados, los levemente tonales y los suaves crujidos de las montañas. En ese momento, oír es estar en alerta máxima . . . y oigo cantos delante mío… cuando voy más allá “al país que ama el silencio”.
Nunca vi un sonido, publicado originalmente en R. Murray Schafer: Voices of Tyranny, Temples of Silence
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