Irene Yibirín es la directora del Festival de Cine Venezolano en Nueva York.
Hace 9 años, Yibirín aterrizó en la Gran Manzana con la idea de introducirse en el mundo del cine independiente neoyorkino. Había estudiado cine en Venezuela y había trabajado en varias instituciones cinematográficas estatales antes de decidir que era hora de expandir sus horizontes y escogió Nueva York como su próximo destino.
No obstante, hacer realidad su idea de trabajar en cine fue más difícil de poner en práctica de lo que había imaginado. Terminó entonces en el consulado venezolano, en el área de cultura. Y fue allí precisamente donde descubrió la gran demanda que tenía el cine venezolano.
—Cada vez que se conocía el estreno de una nueva película venezolana, la gente comenzaba a llamar al consulado, preguntando dónde la podían ver o cuándo se exhibiría en Nueva York. Yo le planteé la idea de hacer un festival de cine venezolano a las autoridades consulares, pero la verdad era que el consulado no tenía la infraestructura necesaria para sostener un evento de ese tipo.
Cada vez que una película venezolana se pasaba en algún festival, ella la promocionaba a través de listas de correos.
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—Pero mucha gente me respondía diciéndome que no tenían los 25 dólares de la entrada de Tribeca o del Festival Havana.
De todas formas, Yibirín no trabajó por mucho tiempo más en el consulado, pues al nacer su hija renunció para dedicarse por entero a sus labores maternales. Pero no desechó la idea del festival. Así que pronto comenzó a buscar películas.
—La primera que conseguí fue El Yaque, de Javier Chuecos. Él vive en Miami y le encantó la idea de exhibir su película en Nueva York. Casi al mismo tiempo encontré mi primer patrocinante, Santa Teresa. Así que al menos ya tenía una película y un patrocinador. Poco después, Citgo entró como patrocinante también.
Desde Venezuela recibió el apoyo del Centro Nacional Autónomo de Cinematografía y de productoras como Bolívar Films, quien en las primeras ediciones otorgó premios.
Yibirín tuvo el buen tino de escoger un buen sitio para las proyecciones.
—Un sitio cuyo nombre fuese reconocido mundialmente como sinónimo de calidad cinematográfica: Tribeca Cinemas. Yo les presenté el proyecto y a ellos les sorprendió gratamente la producción tan abundante de cine en Venezuela. No tenían ni la menor idea de que fuese así.
Y aceptaron. Fue así como despegó, Festival de Cine Venezolano en Nueva York, o VEFFNY; un evento que este año celebra su cuarta edición con unas cuantas novedades importantes.
Cine femenino, cortos y largos de venezolanos en el exterior
Entre las novedades de este año, el festival abrirá por primera vez una competencia de cortometrajes.
—Yo estoy gratamente sorprendida por la calidad del cortometraje venezolano que, en muchas ocasiones, supera a algunos largos —explica, antes de añadir, complacida—: en esta edición exhibiremos La Culpa, probablemente, de Michel Labarca, ganador del tercer premio en Cinefoundation en Cannes.
Agrega que hay inscritas 45 producciones entre largos y cortos.
—Otra cosa que nos ha sorprendido es la cantidad de venezolanos haciendo cine en el exterior. Cine interesante, experimental, con temas inéditos. Y para nosotros ha sido un gran alivio, pues temíamos que nos afectara una reducción de la producción en Venezuela como consecuencia de la situación del país.
Cita a continuación un dato estadístico importante:
—Cerca del 70 por ciento de los trabajos inscritos han sido dirigidos por mujeres. Es increíble la cantidad de mujeres trabajando en el cine venezolano. Mientras que en España, por ejemplo, ese porcentaje apenas alcanza el 8 por ciento, en Venezuela es del 23 por ciento.
Un nuevo programador
En la edición 2016, el VEFF en Nueva York también estrena nuevo programador, Rodrigo Llamozas. Bloguero, hombre de redes, quien por años se desempeñó como programador de Cines Unidos antes de fundar Cameo, una empresa dedicada a la asesoría de distribución y promoción de películas, Llamozas tiene más de una década relacionado, de un modo u otro, con el cine venezolano. Ahora se ha radicado por razones personales en Panamá.
—Nos conocemos desde hace tiempo, desde luego. Y desde luego está más que calificado para desempeñarse como nuestro programador. Y el hecho de que viva en Panamá es una ventaja, ya que está a medio camino entre Estados Unidos y América del Sur.
Agrega además que Llamozas está considerando la posibilidad de organizar un capítulo del festival en Panamá.
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—Aún es una remota posibilidad. Pero no la descartamos
Cine venezolano en el mundo
En las dos últimas ediciones, el festival ha ido creciendo. Primero fue Houston.
—Nada más en la ciudad de Houston hay cerca de 20 mil venezolanos. Así que existía una fuerte demanda por ver cine nacional. Nos empezaron a pedir el festival, así que lo llevamos. Pero nuestro cálculos fueron muy conservadores. Organizamos 9 funciones y se agotaron todas. Incluso, las que eran a tempranas horas de la mañana.
En 2016, además de Houston, el festival se realizará en Cracovia, Polonia.
—Como ha sucedido con otras ciudades, de Cracovia se comunicó con nosotros la gente del Centro Latino, porque estaban interesadas en reproducir el festival. Eso fue hace un año y desde entonces estamos trabajando para hacerlo realidad. Será a principios de octubre próximo y estará dirigido a un público latinoamericano muy selecto y erudito.
Yibirín también está en conversaciones para agregar otras ciudades europeas y estadounidenses en 2017: Viena, Barcelona y Los Ángeles. En cuanto a América Latina, explica que la deja en manos de Gastón Goldman, organizador del Festival de Cine Venezolano de Buenos Aires, Argentina.
—Mi idea era también hacer una red de festivales de cine. Así que cuando supe que Gastón estaba organizando un festival en Argentina, entramos en contacto. Él me llama la madrina de su festival. Digamos que hemos establecido una alianza estratégica. Él tiene la idea de llevar su festival a Chile, a Colombia y a otros países latinoamericanos. Así que él se dedicará a difundir nuestro cine en ese territorio y yo cubriré, en la medida de lo posible, Estados Unidos y Europa. De hecho, ya estamos comenzando a dar los primeros pasos para llevar el festival a Los Angeles.
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El público
Consultada sobre la reacción del público ante el cine venezolano, Yibirín explica que mientras el venezolano en el exterior se acerca a su cine con cierto prejuicio —el viejo prejuicio del cine de putas, policías y malandros— pero con mucha nostalgia; el estadounidense lo ve como una nueva cinematografía de arte y ensayo, un nuevo cine independiente.
—Se trata de un buen momento de nuestro cine, que no ha parado de crecer y madurar gracias en parte a las políticas de apoyo y fomento del Centro Nacional Autónomo de Cinematografía, así que el público extranjero la percibe como una cinematografía madura, plenamente desarrollada.
Desde su primera edición, la audiencia del festival no ha parado de crecer. Yibirín tampoco ha dejado de pensar en nuevas formas de mantener ese crecimiento. Entre sus planes está la organización de conferencias y talleres sobre las asignaturas pendientes de nuestro cine, conversatorios sobre el papel de la mujer en el cine venezolano. Ella dice estar consciente de que el festival no sólo va de exhibir unas películas determinadas, sino que se trata también de poner en contacto a la gente.
Y que, en última instancia, es una excusa perfecta “para reunirse con otros venezolanos y comerse unos tequeños entre todos”.