No le hice mucho caso a la promo de Black Mirror en España hasta este fin de semana pasado. Me refiero a esa promo donde aparece Rajoy, presidente del gobierno español, Maduro, Puigdemont…
Lo había tomado como un chiste provocador para ganar espectadores. En el fondo lo es. Pero este fin de semana la vi de nuevo, con un poco más de atención. Me sorprendió. Porque no es tan inocente ni inocua como parece.
Mariano Rajoy, MetalHead
Acaso había subestimado esta promo por el comienzo, en el que Mariano Rajoy suelta una de sus boutades… ¿O será más apropiado decir disparates?
Tenemos que fabricar máquinas… Que nos permitan fabricar máquinas… Porque lo que no va a ser nunca una máquina es… Fabricar máquinas.
Lo interesante es que el chiste involuntario del mandatario español está ilustrado con una rápida sucesión de imágenes de desarrollos robóticos reales, intercaladas con planos de robots de algunos capítulos de la serie. Las abejas asesinas de Hated in the Nation; el marido clonado de Be Right Back…
Pero el rapido montaje cierra con un símil un tanto escalofriante. La imagen del tierno Aibo de Sony es seguida por un breve fragmento que muestra a los sanguinarios perros cibernéticos de Metalhead en plena acción.
En apenas 10 segundos, por medio de un hábil uso del montaje de atracciones, la promo de Black Mirror ha establecido un vínculo entre nuestro presente y un hipotético, pero acaso cercano y atroz futuro. Que el tierno Aibo de hoy tranquilamente podrá ser el perro metálico y letal del mañana. Palabras más, palabras menos, nos dicen: sí, ríanse, no se tomen en serio esta advertencia. Pero después no se quejen.
Realidad, aumentada y alterada
La secuencia continúa por 10 segundos más, más o menos igual. Dos frases extraídas de noticieros sobre sensores que permiten conectar nuestros cerebros a las redes, y sobre lentes de contacto inteligentes para diabéticos, son ilustradas con montajes similares.
Está vez, con dos de las obsesiones más recurrentes de la serie. La sincronización de la mente con las redes sociales. Y los lentes de contacto que permiten manipular la realidad. En el montaje, las imágenes reales se intercalan con fragmentos de los capítulos Playtest y Nosedive.
De esta forma, la promo de Black Mirror en España sienta, en apenas 20 segundos la base del ácido comentario político que viene a continuación.
[caption id="attachment_32982" align="aligncenter" width="630"]La virtualidad secesionista
El segmento cierra con el accidente de San Junípero que desata toda suerte de glitches en la imagen digital. El ruido da lugar entonces a escenas de las protestas y acciones policiales el día del referéndum secesionista de Cataluña. ¿Por qué las protestas secesionistas y no, digamos, las protestas venezolanas, que tanta repercusión tuvieron en los medios españoles?
La imagen que sigue es la respuesta: Mariano Rajoy con gafas de realidad virtual. Para nadie es secreto todo lo que el asunto de Cataluña tuvo de virtual. De espectáculo. De puesta en escena. Y el presidente del gobierno español, nos dice esta promo de Black Mirror en España, parece haber experimentado esta crisis virtual a través de una experiencia igualmente virtual.
La metáfora está subrayada, no sin su dosis de sarcasmo, por el tema musical, It’s a Wonderful World, interpretado por Louis Amstrong. Pero un fugaz cartel nos advierte que, a diferencia del segmento anterior, donde se establecía un vínculo entre el presente y el futuro, esta vez se trata de un futuro en presente. El FUTURO YA ESTÁ AQUÍ, anuncia entre interferencias, el texto.
El Momento Maduro
[caption id="attachment_32983" align="alignleft" width="350"]Casi todo este fragmento está dedicado a reforzar la idea de que Black Mirror igualmente transcurre en el presente. Sobre todo, cuando sus capítulos reflexionan sobre política. La inclusión de los animojis de Apple prueban que estamos a las puertas de un momento Waldo.
Acto seguido, el mismo Waldo nos advierte que no nos dejemos engañar por campañas a favor de la homogeneización de los géneros. Ni por las imágenes de supuesta violencia policial durante el referéndum secesionista. Y, ciertamente, tampoco por las promesas optimistas de Mark Zuckeberg sobre el futuro. Que acaso no se diferencian en nada de las promesas huecas de Donald Trump de hacer Estados Unidos grande otra vez. Todo forma parte de esa realidad virtual. De una puesta en escena digital. WE WANT THE TRUTH, dicen los carteles de los manifestantes en un fragmento de The Waldo Moment.
Este segmento concluye con la noticia de que más de 30 tuiteros han sido encarcelados en España. La narración se oye sobre un plano de Nosedive que inunda la pantalla de colores pasteles. No podía concebirse mejor contrapunto a tan terrible noticia. Y después del estallido del personaje principal de Arkangel, se escucha y se oye al mandatario venezolano Nicolás Maduro, enumerar con su característico pésimo inglés, una serie de redes sociales.
Desde luego, para nadie es secreto que Maduro desde el año pasado ha sido una suerte de némesis de Rajoy. Pero para nadie tampoco es secreto que, al igual que en España, en Venezuela también se ha encarcelado a tuiteros.
Las ovejas eléctricas de Puigdemont
Al final, en esta dimensión paralela, Rajoy y Maduro, Zuckerberg y Trump, los emojis parlantes y el budista subyugado por la tecnología, no son más que las distintas caras de Waldo. Un puñado de expresiones del espectáculo de la política, que todos experimentamos a través del tamiz de la virtualidad.
Uno de los cohetes de Elon Musk estalla (¿acaso el que llevaba el satélite de Facebook?) y la imagen se llena de interferencias digitales.
Aparece de nuevo la cabeza de Rajoy con las gafas de realidad virtual calzadas. Mientras oímos a Carles Puigdemont, cabeza del gobierno de Cataluña y líder secesionista catalán soltando un disparate que no tiene nada que envidiarle al de Rajoy.
Algunos se creen que no tenemos sentimientos. Pero somos sentimientos y tenemos seres humanos.
En imagen, entre más glitches, vemos a la gente reunida en torno a una inmensa pantalla que transmite el discurso de Puigdemont en el que reveló la virtualidad de la propuesta de independencia de Cataluña. ¿Un momento Waldo en la plaza? ¿Es Puigdemont apenas un monigote digital manejado quién sabe por quién? ¿Sueña Puigdemont con ovejas eléctricas?
Pronto, la imagen corta a los aterradores, inquietantes prototipos robóticos de Boston Dynamics. (Estuve a punto de escribir Boston Skynet). La yuxtaposición de las palabras de Puigdemont, enredado en sentimientos y humanidad, crean un no menos inquietante contraste con estos seres mecanizados.
El tema musical llega a su fin. Sophia La humanoide irrumpe con el lado oscuro de la promesa de Zuckerberg de un futuro mejor a través de la tecnología.
Destruiré a los humanos
La primo de Black Mirror concluye con la amenaza de Sophia, que nos deja embargados por un sentimiento de incomodidad, una media sonrisa congelada en un rictus.
¿De verdad habitamos en esta dimensión paralela, virtual, más que aumentada, disminuida, donde debemos formular los más complejos pensamientos en apenas 280 caracteres como una neolengua, donde un chiste te lleva a la cárcel?
¿De verdad vivimos en este circo, en este show, en este parque temático donde una elección no se diferencia de un descenso en montaña rusa?
Y, acaso, la más importante: ¿existe una salida?
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