Filmar una película de solo plano (o toma), sin cortes de ningún tipo, pareciera haberse convertido en una suerte de meta artística para todo director. Una especie de punto de honor. Quizás porque siempre llega un momento en que todo director pierde la capacidad de soportar la dura experiencia de un rodaje y busca la manera de salir lo más rápido e ileso posible del mal trago.
Aunque también cabe la posibilidad de que se trate de una especie de machismo cinematográfico (que afecta por igual a directores y directoras), con autores compitiendo entre sí a ver quién tiene el plano más largo (y complicado).
El último ejemplo de esta tendencia es 1917, de Sam Mendes. Verdadero Tour de force de Mendes y su director de fotografía, el gran Roger Deakins. Su trama sigue de cerca las vicisitudes de un par de soldados ingleses durante la Primera Guerra Mundial, en su carrera contra reloj para cumplir una misión.
Pero el caso es que 1917 está filmada como si se tratara de dos largos planos-secuencia de alrededor de una hora de duración cada uno. Mendes ha explicado que usó el recurso como una formar de potenciar la empatía del espectador hacia los personajes principales.
No obstante, desde los primeros minutos del film de Mendes, salta a la vista que Mendes rinde homenaje al maestro Stanley Kubrick y sus largos planos-secuencia dentro de las trincheras de su extraordinario film antibélico, Paths of Glory.
Como otros ejemplos recientes (y no tan recientes), 1917 no está filmada en un sólo plano (ni dos). Se trata más bien de varios planos ensamblados de forma invisible, por obra y gracia de los efectos digitales, para simular que no hay cortes.
Es un truco que tampoco inventó Sam Mendes, sino el gran Alfred Hitchcock.
La Soga, la primera falsa película de un plano
La idea de filmar una película en un sólo plano se le ocurrió a Alfred Hitchcock mientras veía la obra The Rope, de Patrick Hamilton. Inspirada en el caso de los jóvenes asesinos Nathan Leopold y Richard Loeb, la obra transcurría en un solo decorado y a Hitchcock se le ocurrió la idea de un solo plano-secuencia como una forma de imitar el tiempo real del teatro.
Pero entonces había un inconveniente técnico: las cámaras de cine sólo podían cargar rollos de poco menos de 10 minutos. Hitchcock resolvió el asunto tratando de disimular cada corte, hacerlo invisible al ubicarlo en un cuadro negro (como la espalda de un actor que oscurece el lente).
El resultado es una película de apenas 10 planos que, una hazaña técnica para la época que, paradójicamente, no fue del agrado de Hitchcock. Y es que para el legendario director, la esencia del cine estaba en el montaje. En las relaciones que se establecían entre los planos y no en los planos individuales.
En ese sentido, Hitchcock era un director esencialmente eiseinsteniano.
Eso no impidió, sin embargo, que aplicara todo lo aprendido en The Rope en sus siguientes películas. Sobre todo, aquella cuyas tramas transcurrían en una única, diminuta y estrecha locación, como The Rear Window.
Después de Hitchcock incontables directores exploraron el plano secuencia: de Orson Welles a Andrei Tarkovsky, pasando por Miklós Jancsó, Stanley Kubrick, Steven Spielberg o Bela Tarr. Pero nadie se planteó la insensata empresa de hacer una película de un solo plano, hasta que llegó Mike Figgis y estrenó en el año 2000, Timecode.
Timecode, un plano real por 4
Gracias al vídeo, a la reducción del tamaño de la cámara y a estabilizadores como el Steadycam, Mike Figgis realizó lo que parece imposible: una película en un solo plano continuo de 93 minutos. Pero para añadir más complicación al asunto, Figgis rodó con varias cámaras y posteriormente, en postproducción, dividió la pantalla en cuatro cuadros en los que se muestran acciones paralelas.
El resultado es hipnótico e inusitado. El espectador es conducido de una acción a otra (de una pantalla a otra) usando el sonido como herramienta. No obstante, la proeza no dejó de ser eso: un curioso experimento narrativa y una hazaña tecnológica.
Sin embargo, desde Timecode podemos decir que hay películas hechas en un plano único falso y películas realizadas en un solo plano real. Aunque estas últimas, desde luego, son más bien raras, por sus complicaciones para rodar. No obstante Aleksandr Sokurov lo hizo en The Russian Ark.
The Russian Ark, tiempo real y tiempo cinematográfico
En 2007, una modesta película colombiana repitió la hazaña de Figgis. La cinta se titulaba PVC-1 y era dirigida por Spiros Stathoulopoulos. Valiéndose del video digital, contaba la terrible historia real de una mujer a la que la guerrilla colombiana le había puesto una bomba en el cuello, como un collarín mortal.
En el film, el tiempo cinematográfico era equivalente al tiempo real. Es decir, la historia duraba en pantalla lo mismo que en la vida real (alrededor de 88 minutos).
En cambio, The Russian Ark se interna en el camino contrario: en sus 99 minutos condensa 300 años de historia rusa, un poco de la misma manera en que 1917 condensa un día y una noche en dos horas. Filmada enteramente en el museo Hermitage de San Petersburgo, The Russian Ark es además de una proeza técnica, una increíble hazaña de lenguaje cinematográfico y de puesta en escena.
Con algunas secuencias donde participan cientos de extras y figurantes coordinados en extrema sincronización, en más de una escena recuerda los films de Miklós Jancsó, que combinaban complejos movimientos de cámara con danza, música e intrincadas puestas en escena.
The Russian Ark fue posible gracias al desarrollo de nuevos estabilizadores de cámara y a la llegada de la captura del video digital en disco duro, que liberaba al realizador de la camisa de fuerza de los cassettes de cinta, con limitaciones físicas.
Aunque deslumbrante y plásticamente asombrosa, The Russian Ark no dejaba de ser un experimento narrativo alejado de la idea de contar una historia clásica, con principio, medio y final. Algo que, finalmente, se atrevió a hacer Sebastian Schipper en Victoria.
Victoria, una chica, una ciudad, una noche y un solo plano
Victoria, a diferencia de The Russian Ark, se rodó cámara en mano. Es la historia de una chica española que se involucra accidentalmente en una trama criminal, una noche en Berlín. Es una historia contada además en tiempo real. O, mejor dicho, haciendo coincidir el tiempo cinematográfico con el tiempo real.
Es una trama compleja porque, como en 1917, el recurso busca sumergir el espectador muy hondo en la trama, hasta lograr la empatía completa del espectador y los personajes. Se hicieron tres tomas. La primera fue perfecta en cuanto a tiempo, puesta en escena y fotografía, pero el director consideró que la actuación no tenía el tono adecuado.
La segunda toma fue fallida. No la completaron. Finalmente lo lograron a la tercera. Victoria es quizás la película de un sólo plano mejor lograda, narrativa y dramáticamente. Eso, en cuanto a film de un solo plano real, no trucado.
Películas de un solo plano trucado
Por la relativa facilidad de realización, hay más ejemplos de películas de un falso plano. Bien sea por la vía del corte invisible como en The Rope. O con el uso de los efectos digitales, como en Birdman o Irreversible.
A continuación, una pequeña lista de películas que simulan haber sido filmadas en un solo plano-secuencia:
- Birdman, Alejandro González Iñárritu
- Irreversible, Gaspar Noé
- Enter the Void, Gaspar Noé
- La Casa Muda, Gustavo Hernández
- La Casa Silenciosa, Krist Kentis, Laura Lau
Todas, de un modo u otro, son producto de algún desarrollo tecnológico del cine. 1917, por ejemplo, quizás no habría sido posible sin la nueva cámara Arri Alexa Mini ML, el estabilizador Trinity, también de Arri y los controles de foco a distancia.
Pero más allá de lo meramente técnico, lo que hace grande a 1917 no sólo que sea una película de un solo plano, sino lo bien manejado que está el recurso, el nivel de inmersión que logra el espectador en su historia, el minucioso manejo de la tensión y la dosificación del tiempo cinematográfico.