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'El Triunfo de la Voluntad' de Leni Riefenstahl, atroz belleza

La Habana, Cuba, a principios de la década de los 90, en pleno Período Especial. Un amigo, docente de La Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños (EICTV), veía el noticiero. Era una sección de curiosidades. Una nota “de color”. Un reportero entrevistaba a una ancianita que, a sus 91 años, aún tenía fuerzas para bucear y hacer documentales sobre la vida marina. Cuando el reportero le preguntó el nombre a la señora, mi amigo, el docente, saltó de su silla.

En seguida tomó su automóvil y salió a buscar por todos los hoteles de La Habana a la mujer. Su intención era traerla a la escuela, para hablar de su obra. No la encontró. Desafortunadamente, ya había dejado el país.

Aquel despistado reportero se había topado con un pedazo de historia y nunca lo supo. Aquella anciana dijo llamarse Leni Riefenstahl. Sí, la cineasta predilecta de Adolf Hitler. La autora del documental propagandístico más importante (aunque no por ello menos aterrador) de la historia del cine. El Triunfo de la Voluntad.

Nauseabunda ideología aparte, El Triunfo de la Voluntad de Leni Riefenstahl es una extraordinaria pieza cinematográfica, adelantada en no menos de 20 años a su época. Arriesgado y enorme en todos los sentidos, el filme recoge los pormenores del sexto Congreso del Partido Nacional Socialista que, durante 4 días, tuvo lugar en Nuremberg en 1934.

Para su realización, Riefenstahl —quien ya era una famosa, bella (y peligrosa, diría G. Caín) actriz y bailarina— contó con un equipo inusual para la época: 172 personas. 36 camarógrafos, 9 fotógrafos aéreos, 17 reporteros, 17 electricistas, 2 fotógrafos, 26 choferes, 37 agentes de seguridad, 4 trabajadores de servicio, 2 asistentes y 10 encargados del equipo técnico.

El Triunfo de la Voluntad de Leni Riefenstahl, orígenes

En sus memorias, Riefenstahl cuenta la génesis del fime.

Poco después de llegar al poder, Hitler me llamó y pidió verme, para explicarme que él quería hacer una película sobre el congreso del Partido, y quería que yo la hiciera.

Mi primera reacción fue decirle que yo no sabía nada sobre cómo funcionaba ese asunto ni sobre la organización del Partido, de modo que yo obviame nte fotografiaría todas las cosas equivocadas, por lo que no podría satisfacer a nadie — ni siquiera en el supuesto de que yo podría hacer una documental, cosa que nunca había hecho.

Hitler me dijo lo que eso era lo que precisamente quería: cualquiera que supiese todo acerca de la importancia relativa de los distintos grupos y líderes, podría hacer un filme pedante en su prolija veracidad, y eso no era lo que él quería.

Él quería una película que mostrara el Congreso a través de la mirada de un neófito, seleccionando lo que fuera artísticamente más satisfactorio —en términos de espectáculo.

Él quería un filme que pudiera mover, atraer, impresionar a una audiencia que no estuvieran necesariamente interesada en política.

El resultado catapultaría a la fama a su realizadora, quien aún es considerada por muchos como la mejor cineasta del siglo XX. El filme ganó la Medalla de Oro en La Biennale de Venecia en 1935 y fue éxito instantáneo de público dentro de Alemania. El Triunfo de la voluntad de Leni Riefenstahl, a pesar de su terrible origen, sigue siendo una pieza fundamental de la historia del cine. Un complemento imprescindible para los filmes de Riefenstahl, es el incisivo documental de Ray Müller, La maravillosa, horrible vida de Leni Riefenstahl.

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