Tenia de to’, no tengo na’, todo por una computadorá. Estoy enganchá, igual que tu, todo por esa vaina, maldito faisbú…
Rita Indiana y sus misterios.
(Por: Patricia Kaiser) A veces viajamos huyendo de nuestro país, sus problemas y su gente. A veces viajamos, y por cosas de la vida, nos enamoramos. Amores que sabemos, tendrán un fin, que quizá jamás se repetirán, pero que siempre extrañaremos. Porque en algún momento del viaje, hay que volver. Siempre hay que volver. Anahita es una joven iraní, que parece estar en París escapando de las represivas manifestaciones que en 2009 se dieron en Irán. Gecko es un joven que practica un extraño baile por las calles de su ciudad, y que gana algo de plata como botones del hotel, donde en cuestión, se hospeda Anahita.
Ambos comparten la compulsión por las redes sociales, y es a partir de éstas, que se comunican, se encuentran, y pasan de lo digital a lo físico.
Pero tu país, el terruño, la saudade te persiguen. Y es así como Anahita, con su Mac a cuestas, pasa horas tras horas, viendo en youtube las manifestaciones y se preocupa por la vida de sus seres queridos. Entonces, dos historias corren paralelas. Mientras el amor entre nuestros protagonistas crece, y pasan de amantes a pareja estable; la violencia en Irán pasa de simple contención de manifestantes, a agresiones físicas con terribles consecuencias.
Entre el amor de Gecko y Anahita, se interpone la virtualidad de la violencia de un país. Un país al que ella, pareciera no amar, pues “Miento para poder vivir una vida allá”, un país, en el que como extranjera traiciona. No usa el velo, bebe, rumbea…. Y tiene sexo con un extraño.
Una se pregunta a mitad del relato, cuáles son las flores del mal. ¿El amor de una pasajera en trance, o el Skype, el Facebook, Youtube, etc; que se te meten en el cuerpo y en la cama? ¿Acaso, para que Anahita tuviera las fuerzas para regresar a un lugar que nunca abandonó, era necesario matarla simbólicamente como lo hace Gecko? ¿Cuál es la frontera en que lo virtual se vuelve físico, y lo físico virtual?
Fleurs du mal es un filme que no sólo trata del amor, sino de la historia de un país, Irán en este caso, y de cómo ahora vivimos la historia mediatizada. Algo que desde hace tiempo ya Baudrillard y compañía nos venían advirtiendo. Si los adjetivos se permiten, esta es una peli, pasada de postmoderna.
¿Porque luego de la postmodernidad, que nos queda?
El amor y la soledad.
Y también la compu.