Toma Uno. Se suponía que su papel sería pequeño. Prácticamente un figurante. Uno de los esbirros del “Diputado”. Tan sólo una “presencia”. Pero Julio (Timaure) se había pasado medio rodaje de mi cortometraje Tarde de Machos, susurrando canciones en italiano. Cada vez que pasaba a mi lado, Julio cantaba en voz baja. Y tenía una bonita voz. Estupenda, a decir verdad. A medida que el rodaje avanzaba, cada personaje crecía, por una razón u otra. Algún actor improvisaba algo que terminaba de redondear la escena y al propio personaje. Y entonces le tocó el turno a Julio. Como le había escuchado cantar una que otra canción popular italiana, le pregunté si quería hacerlo en cámara. Se encogió de hombros y me dijo que bueno, que no había problema… No estaba en el guión, pero en medio de aquella disparata historia, el que su personaje se lanzara a cantar sin razón alguna, resultaba hasta coherente. Al fin y al cabo se trataba de un mafioso, y como tal, era lógico que cantara… En italiano. Terminada la escena, Franklin Hernández, el sonidista, pidió un wild track. Es decir, una toma de sonido del O Sole Mío que Julio acababa de interpretar en el plano. Franklin colocó los micrófonos en medio del ringside (grabábamos las escenas del gimnasio), hicimos silencio y Julio cantó. Creo que por unos minutos, todos olvidamos que nos encontrábamos en un rodaje, no en un concierto, pues cuando Julio terminó de cantar, rompimos en sinceros aplausos y le jodimos el final de la toma a Franklin. Yo habría podido pasarme el resto de la noche haciéndole repetir la canción una y otra tan sólo por el placer de escucharle cantar. Y lo que en principio era un papel de figurante, terminó convertido en uno de los personajes más luminosos del cortometraje, además del intérprete de todas canciones de la película, inicio y final incluidas. Toma Dos. Afortunadamente, debió ocurrir el último día de rodaje. O quizás no. Ya no lo recuerdo bien. En la escena, el personaje interpretado por Ignacio Márquez cruzaba la calle corriendo, huyendo de su perseguidor, que al final era arrollado por un camión. Al alcanzar la acera, Ignacio, o su personaje, era atrapado por los esbirros del Diputado, interpretados por Julio y Dimas González. Ambos aparecían armados con bates, y Julio debía darle a Ignacio, un batazo en la cabeza. Debía ser un batazo fingido, desde luego. Pero, o Ignacio adelantó demasiado su cabeza o Julio hizo descender demás su bate, lo cierto es que a todos nos estremeció el sonoro ¡clink! del aluminio del bate estrellándose contra el cráneo de Ignacio. A Ignacio se le hizo un boliche enorme, a mí me dio un ataque de risa del que aún tengo a veces flashbacks (como en este preciso instante). Julio pasó el resto de la tarde muy preocupado por el golpe de Ignacio. No obstante, fue uno de los mejores chistes del rodaje. Hicimos otras tomas, pero ninguna quedó tan real como la primera. Claro, la única manera de que pudieran ser más reales habría sido abrirle la cabeza a batazos al pobre Ignacio. Fue la toma perfecta, la que quedó en la edición final. El ¡clink! que se escucha en el corto, es real. Toma Tres. Un larga década y unos cuantos días después de concluido aquel rodaje; el martes pasado, B.B. me llamó y me dijo que Julio había muerto. Al día siguiente, la mala confluencia de un embotellamiento, un incendio y la lluvia me impidió despedirlo como hubiera querido. Sirvan pues, estas líneas y este corto, como un pequeño homenaje a su memoria. ]]>