Cito a continuación un pasaje del discurso de Steven Soderbergh en el Festival de Cine de San Francisco sobre el estado actual del cine estadounidense.
El fragmento resulta particularmente conmovedor, pues toca un tema al que ningún artista es ajeno —a menos, claro está, que sea un arrogante desmedido o un perfecto imbécil—: el del costo del arte y la creación, en un mundo de recursos cada vez más menguados y de grandes sectores de la población en la miseria:
Dado todo el increíble sufrimiento que hay en todo el mundo, yo me pregunto, ¿para qué es el arte en realidad?
Si las obras completas de Shakespeare no pueden prevenir el genocidio, entonces, de verdad, ¿para qué sirve? ¿no deberíamos estar gastando el tiempo y los recursos en aliviar el sufrimiento y ayudar a otras personas en vez de ir al cine, a obras de teatro e instalaciones de arte?
Cuando hicimos Ocean Thirteen, el set del Casino de Ocean utilizada 60 mil dólares en electricidad cada semana. ¿Cómo se justifica eso? ¿Se puede justificar diciendo que la gente que no tiene electricidad puede ir a ver la película y entretenerse durante dos horas, excepto que probablemente no pueda, pues no tienen electricidad ya que la usamos? Entonces, pienso: ¿qué pasa con todos los recursos que se gastan en todas las piezas de entretenimiento? ¿Qué pasa con las huellas de carbono (la contaminación) que vamos dejando para llegar hasta aquí? Entonces pienso, ¿para qué pensar de esa manera y preocuparse por la cantidad de milas por galón de combustible de mi automóvil, cuando tenemos (las carreras automovilísticas) NASCAR, los programas de camiones monstruos de la TV?
Así que lo que finalmente concluí es que el arte es simplemente inevitable. fue inevitable en la pared de una cueva en Francia hace 30 mil años, y lo fue y sigue siendo porque somos una especie impulsada por la narrativa. Es arte es contar historias, y tenemos que contar historias para transmitir ideas e información, y para tratar de darle sentido a todo este caos. Y a veces, cuando tenemos a un buen artista y una historia convincente, casi se puede lograr lo imposible: entrar en la conciencia de otro ser humano, literalmente ver el mundo como ellos lo ven. Entonces, si tienes una muy buena pieza de arte y un artista muy bueno, de algún modo serás transformado, porque se trata de una experiencia transformadora, y en el momento en el que experimentes esa pieza artística, no estarás solo.
Estarás conectado con las artes. De modo que creo que no puede ser tan malo…
Vale la pena hacer una pausa y leerse el discurso completo. Yo trataré de ir traduciendo los pasajes más significativos para publicarlos por aquí. También, vale la pena leer los once capítulos de la noveleta que Steven Soderbergh, aprovechando su retiro del cine, hasta ahora ha publicado en Twitter.