Lucrecia Martel estrena mañana Zama, su película más reciente, en España. Por tal motivo, El País la ha entrevistado. En la entrevista, Martel le dedica unas cuantas frases a las series de televisión. No muy elogiosas, que se diga.
Cuando el periodista le pregunta si vivimos en la dictadura del entretenimiento, Martel responde:
Sí. Y las series de televisión ahondaron en eso. Yo me la paso hablando de las series con espanto porque la gente no se da cuenta de que son un retroceso. La televisión mejoró, cierto. Basta comparar Dallas con Breaking Bad. Pero en términos narrativos de imagen y sonido, lo que se había conseguido ya con los documentales y ciertas películas era más rico que lo que están haciendo las series, que son otra vez el puro argumento, una estructura mecánica y decimonónica por más que esté bien hecha. Las series nos han devuelto a la novela del siglo XIX. Es fruto del momento conservador que estamos viviendo. Se arriesga menos.
¿Tiene razón? Sí, pero no. O más bien, sí y no.
Lucrecia Martel, narrativa decimonónica
Tiene razón Lucrecia Martel cuando dice que las series nos han devuelto a la novela del siglo XIX. Supongo que se refiere a la gran tradición folletinesca de siglos anteriores al XIX. De Dumas en adelante.
Pero esto a mí no me parecenecesariamente negativo. Todo lo contrario. Muchas series, algunas denominadas hoy como “series de autor”, han elevado el listón dramático, narrativo y experimental a extremos donde el cine actual no se atreve a llegar. Ni el cine considerado de entretenimento. Ni el cine considerado de autor. Ese que se ve en festivales y que ahora es tan formuláico como cualquier
blockbuster de franquicia.
Desde luego, no estoy incluyendo en ese tipo de cine a Lucrecia Martel, quien es una verdadera autora. Su nueva película,
Zama, ya es considerada una de las cumbres del arte cinematográfico argentino y latinoamericano.
Las series están contando cosas que el cine actual no se atreve a contar. Y de una manera en que ningún estudio cinematográfico se atrevería. Hay excepciones. Pero son las menos. Me resulta curioso que mencione la narrativa decimonónica de las series, pues desde hace un buen tiempo he venido pensando lo mismo. Que responden a cánones narrativos más propios de la literatura (y de la literatura folletinesca decimonónica precisamente) que a las estructuras dramáticas cinematográficas. De hecho, me parecen el vehículo ideal para las adaptaciones literarias. Como
The Handmaid’s Tale, 11/22/63 o la venidera
Catch 22.
Binge watch y nuevas narrativas
Hay series cuya narrativa es perfectamente folletinesca, en el buen sentido de la palabra. Como la obra de
David Simon.
The Wire, por ejemplo, obedece más a una estructura literaria que dramática o narrativa visual.
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binge watching (ver de una sola sentada, todos los capitulos de una o de todas las temporadas) popularizada por los servicios de streaming tipo
Netflix, muchas series han adoptado estructuras dramáticas más propias de una película.
Mindhunter, por ejemplo, es básicamente una película de 10 horas, fragmentada.
¿Se arriesga menos? No. Tajantemente, no.
Finalmente, no creo que el entretenimiento sea en sí mismo algo negativo. A mí, las películas de Martel me resultan muy entretenidas. Mientras que me he aburrido en todas las cintas de
DC Comics. Como decía Guillermo Cabrera Infante a propósito de
Jurassic Park: también hay obras maestras del cine de entretenimiento.]]>