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Críticos contra Cineastas: Almodóvar vs Boyero, segundo round

La polémica Almodóvar vs Boyero se pone cada vez más interesante. En especial, porque ha provocado una discusión sobre el verdadero papel de la crítica cinematográfica y las fronteras entre los géneros periodísticos de la crónica y el artículo de opinión.

También resulta interesante analizar la controversia dentro del contexto de la relación de amor-odio entre los medios de comunicación y el cine ibérico, al que hace poco nos referíamos en un post.

Si en el artículo de Javier Martín se obviaba a los cineastas más exitosos para reforzar un juicio negativo contra el cine español; en este caso, se alude de forma negativa a un cineasta exitoso. Como si se nos dijera: “está bien, tenemos a un Almodóvar, pero ese no cuenta porque es un pesado”.

Volviendo al asunto que nos ocupa, en un diálogo con los internautas, Boyero tocó el tema en más de una ocasión:

Como saben, sigo sin disponer de ordenador. Y a pesar de mi enemistad con la técnica, he aprendido a apagar el móvil, pero inevitablemente me han contado hasta el extenuamiento las catilinarias del sublime Almodóvar contra mi pobre persona. Lo que más envidio de él es que disponga de tanto tiempo libre para dedicarme un día sí y el otro también infinitos folios. Yo con uno tendría suficiente para referirme a su insufrible personalidad.

Y si me pidieran 30, tendrían que pagarme una fortuna por labor tan desagradable. La farmacología y todo tipo de tisanas alivian mis cada vez más infrecuentes ataques de nervios, egolatría delirante y demás desórdenes anímicos. Pero cada uno intenta curarse como puede. Por supuesto, jamás se me ha ocurrido exigir a los jefes la cabecita de los que me critican. Llevo toda mi vida sufriendo amenazas, querellas, intentos de cerrar durante un tiempo o a perpetuidad mi incómoda boquita. Como ven, todavía me queda la palabra.

Almodóvar vs Boyero, round para el crítico

Y continúa:

(…) no le voy a pedir a Almodóvar esa ordinariez de ‘por qué no te callas’. Tampoco lamentaría que se quedara afónico. En cualquier caso, si yo fuera el más rico del lugar, si disfrutara de admiración o baboseo universal, si el espejito mágico me respondiera todas las mañanas que no existe nadie tan listo ni tan guapo, ni tan profundo ni tan artista en el largo y ancho mundo, dudo que me preocupara lo más mínimo que a un tal Carlos Boyero mi última criatura le pareciera un engendro.

Boyero también le explicó su posición a la Defensora del Lector del diario, Milagro Pérez Oliva:

Llevo 30 años escribiendo sobre Almodóvar y unas veces me han gustado sus películas, y otras no. Me limito a contarlo. Tengo el defecto de ser sincero y subjetivo. (…) Llevo 33 años escribiendo y nadie me va a imponer un estilo. Si hay tanta gente que me lee, será porque le interesa. Y a quien no le guste que no me lea. Lo lamento mucho, pero no puedo ni quiero cambiar. Me llamo Carlos Boyero.

En el mismo artículo, Pérez Oliva se pregunta hasta dónde debe llegar la subjetividad y la parcialidad en una crítica de arte, y cita al catedrático Román Gubern:

Boyero significa en realidad una vuelta a la crítica de sensibilidad. Este tipo de crítica, centrada en el gusto subjetivo, tuvo exponentes tan notables como Borges o Ángel Zúñiga, pero en los años sesenta se impuso una crítica más científica, que aun siendo subjetiva trataba de argumentar las valoraciones. Boyero vuelve a la vieja tradición y cultiva una crítica de la visceralidad, estridente y poco convencional, que en la lucha por el mercado puede resultar atractiva porque alimenta la controversia.

Para la Defensora del Lector, el estilo de Boyero acerca más su trabajo a la opinión que a la crónica periodística que se practica en El País.

El Libro de Estilo obliga a diferenciar claramente entre información, crónica y opinión… la crónica debe ir titulada en letra redonda, no suele utilizar la primera persona y es interpretativa pero ha de aportar los datos y las razones que justifican esa interpretación. La opinión, incluida la crítica, debe titularse en letra cursiva. Siendo el estilo de Boyero tan manifiestamente subjetivo, sus críticas deberían presentarse siempre en forma de clara opinión.

El comité de redacción del diario también intervino en la diatriba, a través de una carta dirigida al realizador:

Hemos leído con tristeza los ataques descarnados de Pedro Almodóvar contra nuestros compañeros Carlos Boyero y Borja Hermoso en su blog. Pone en duda que las críticas de Boyero sean tales y tilda a Hermoso, redactor-jefe de Cultura de EL PAÍS, como su ‘escudero’. Aparte de las referencias de mal gusto, muy respetables para su blog y otras salidas injustificadas de tono, el señor Almodóvar se permite el lujo de comparar a EL PAÍS con la Cope y la Conferencia Episcopal, además de atreverse a poner en duda a quién debe enviar nuestro periódico al festival de Cannes.

Turno del manchego

Por supuesto, el encuentro pugilístico Almodóvar vs Boyero, entre el director manchego y el ácido crítico no se iba a detener allí no más. Esto fue lo que le respondió el realizador.

Lo primero que quiero aclarar, por si alguien no ha leído mi blog con atención, es que yo “NO CARGO CONTRA LA INFORMACION DE CINE DE EL PAIS” como titula hoy el periódico. Pero esto es lo menos importante. El contenido, la manipulación y no querer entender lo que digo en mi blog es lo que cuenta, y no tengo otra alternativa que reaccionar. Maldita la gracia que me hace, porque desde el principio todo este asunto para mí era una cuestión moral: acusar al periodismo que utiliza en beneficio propio su tribuna para agredir, insultar y denigrar aquello que por razones personales rechazan, por encima de cualquier sentido ético o profesional.

¿Cómo califican los miembros de este comité ágrafo las palabras que sus Boyero-Hermoso suelen utilizar conmigo (Ver mi blog)? ¿Creen que debería sentirme halagado? Por favor!… No me hagan repetirme!

El cineasta también le dedica un artículo, elogioso, al análisis de Pérez Oliva. Pero para Almodóvar, el problema va más allá de un mero asunto de estilo:

Insisto, además del estilo, todo lo que estoy escribiendo estos días es de un problema ETICO. Insisto, porque veo que soy el único que utiliza esta palabra. Mi protesta contra Boyero y Hermoso no es sólo por la actitud insoportable que estas dos personas manifiestan hacia mí, sino por el uso que hacen del poder que le proporcionan sus respectivos puestos en El País. Y eso es una cuestión ética. Y considero que esto también le incumbe al lector, el lector es también víctima de estos abusos.

Como lector de El País desde sus comienzos, lamento el deterioro progresivo de sus páginas de cultura. Y el éxito de aquello que justamente combatía El País cuando se fundó, el amarillismo, el sensacionalismo, los malos modos literarios, el tono grueso, la banalidad, etc. El País original luchaba contra todo esto…

Almodóvar vs Boyero, intervienen los lectores

Pero en la polémica Almodóvar vs Boyero, no faltaron los espontáneos que se sunieron al ring. Nacho Faerna, por ejemplo, uno de los tantos lectores que han tomado parte en la discusión, le da la razón a Almodóvar:

Después de leer lo que escribe Almodóvar, echo en falta la opinión que le merece al Comité de Redacción la denuncia que el director hace de la manipulación de las críticas recibidas en Francia por Los abrazos rotos que Borja Hermoso llevó a cabo en su blog. La “defensa del periodismo” parecería reclamar alguna explicación al respecto.

Además, el cineasta se lamenta del pésimo nivel de la cobertura informativa que su periódico ha hecho del Festival de Cannes. Yo, como lector de EL PAÍS, suscribo totalmente esta queja. Las críticas de Carlos Boyero carecen del menor rigor; confunden subjetividad con arbitrariedad, ironía con mala educación, opinión con superficialidad.

El crítico cuenta sin duda con un gran número de seguidores, pero el resto de lectores de EL PAÍS buscamos información, análisis, argumentos, y no un pormenorizado relato de sus malas digestiones y dolores de cabeza.

Elvira Jaén, otra lectora, manifiesta una opinión contraria:

Me pregunto si Pedro Almodóvar consideraría imparcial que el periódico EL PAÍS enviara a Carlos Boyero al Festival de Cannes si éste hubiese hecho una crítica positiva de su película Los abrazos rotos. Entiendo lo difícil de encajar una mala crítica, pero así es el arte: a unos gusta y a otros no. Por eso un artista debe estar preparado para afrontar la opinión pública y tener la humildad y la inteligencia de respetarla: al fin y al cabo vive de ella.

No es la primera pelea entre críticos y cineastas, of course

Hace algún tiempo reseñamos un intercambio similar entre Kevin Smith y el desaparecido Joel Siegel, a propósito de Clerks II. Curiosamente, Almodóvar le reclama a Boyero, lo mismo que Smith a Siegel y que, en su momento, también se le criticó a Janet Maslin, crítica de The New York Times: que sea capaz de escribir sobre una película que no terminó de ver (o que nunca vio):

Aludía en mi blog sobre el cinismo y la anoréxica moralidad de Boyero atreviéndose a decir en el último festival de Venecia que se había salido de la película de Abbas Kiarostami, lo cual no le impedía escribir la crítica. Señora Defensora del Lector, Milagros Pérez Oliva, este es un asunto que nadie ha citado, pero que yo encuentro determinante, y que anula cualquier teoría sobre la libertad de expresión de un crítico. En su día, un grupo de cineastas, encabezado por Víctor Erice protestó al periódico por esta nueva hazaña de su crítico estrella. Yo estaba fuera y no tuve ocasión de adherirme a aquel manifiesto. Lo hago ahora.

De modo pues que la disputa de Almodóvar vs Boyero no es la primera de su tipo y no me queda la menor duda de que tampoco será la última.

Creo que nada de esto habría sido posible antes del advenimiento de la Internet y la Web 2.0, que ha transformado la naturaleza de la crítica cinematográfica, antaño autoritativa y unidirecccional, en un debate bidireccional. O, como en este caso, en una confrontación. Más le vale a los críticos irse acostumbrando a las críticas de sus criticados.

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