Yo sospechaba que nuestros problemas (los del cine venezolano en Venezuela, quiero decir) serían parecidos a los de cine mexicano (en México) o el cine brasileño, en Brasil. Lo que nunca me imaginé es que fuesen tan parecidos.
Después de conversar con varios directores, productores y guionistas en el festival iberoamericano de cine de Fortaleza, me doy cuenta de que las cinematografías nacionales atraviesan problemas similares en toda Latinoamérica. aunque acaso, Argentina sea una excepción. También las soluciones resultan similares.
A continuación, algunas notas sueltas sobre el asunto:
- Mercado no es gente: México tiene alrededor de 100 millones de habitantes. Brasil tiene el doble. No obstante, durante el festival escuché decir, en más de una ocasión, que ni en México hay mercado para el cine mexicano, ni en Brasil para el suyo.
- A la gente no le gusta su cine: o, al menos, cómo es representada en las pantallas por los cineastas nacionales. La vieja queja del cine de putas, policías y malandros, en el que sólo se dicen palabrotas, se repite con las variantes de argot respectivas en varios países, según me contaron algunos realizadores.
- Es la (distribución, exhibición, promoción), estúpido: pero en algunos casos, cuando una transnacional se interesa en una cinta nacional, la gente acude en masa a las salas de cine.
- Por ejemplo: la semana pasada, los films brasileños A Mulher Invisível, de Cláudio Torres (distribuida por WB), À deriva, de Hector Dhalia (producido por Fernando Meirelles, protagonizado por Vincent Cassel y distribuido por Focus Features) y el documental musical Coração Vagabundo, de Fernando Grostein Andrade, se ubicaban en los puestos 6, 7 y 10 de la taquilla en Brasil y la segunda película más taquillera del año sigue siendo Se Eu Fosse Você 2, de Daniel Filho, mientras que A Mulher Invisível ocupa el sexto lugar.
- Siempre es poco: nunca hay suficientes recursos (públicos o privados, nacionales o regionales) para la producción. Y cuando los hay, se dice que sólo un grupo privilegiado puede acceder a ellos. No obstante, en el festival también pude percibir que la preocupación por encontrar alternativas a la financiación oficial y no depender del Estado, es general.
- En el colectivo está la respuesta: casi todos los directores de cortometrajes brasileños que se presentaron en el festival pertenecían o estaban ligados a algún colectivo de creación que les permitía desarrollar una obra al margen del financiamiento oficial. Un director incluso dijo pertenecer al colectivo de cineastas que no consiguen financiación del Estado. En broma, claro está.