Jim Sheridan, para quienes no lo conocen, es el autor del guión y realizador de unas cuantas películas famosas, como Mi pie izquierdo o El Boxeador. En una entrevista recogida en el libro Guionistas de Cine, de Declan McGrath y Felin Macdermott; el autor irlandés desmenuza el actual sistema de producción estadounidense. y aunque le encuentra grandes valores, como la diáfana claridad de la estructura de tres actros, por otro lado se lamenta de la imposibilidad que existe de tratar en profundidad grandes temas, actuales y pertinentes, sin toparse con problemas de financiamiento. Y lo dice el hombre que escribió y dirigió En el nombre del padre.
Pero Sheridan ve luz al final del túnel. Y la pone nombre a esa luz: punk. Cine punk.
Tal vez los guionistas y cineastas contemporáneos deberían inspirarse en en la revolución del punk de la década de 1970. Este movimiento surgió proque de repente podías grabar un disco por 100 libras y además había gente que sin saber tocar instrumento musical alguno tenía una gran energía explosiva. Con la llegada de la tecnología digital y de medios más baratos me sorprende que no haya más cineastas punk. Los guionistas deberían escribir sobre temas más candentes e intentar entenderse mejor a sí mismos y a su historia, y dejar de empeñarse en seguir viviendo del sistema. Me incluyo a mí mismo en esa crítica. Porque todo lo que he comentado sobre la estructura, en el fondo no sirve de nada sin creatividad. La estructura de tres actos es el Big Mac del mundo del cine.
El Big Mac del mundo del cine. Vaya frase. Y estoy completamente de acuerdo con su apreciación. Cada día que pasa, el sistema se hipertrofia cada vez más. Las películas se hacen más lentas y menos arriesgadas. Películas escleróticas, henchidas de colesterol, hinchadas de grasas trans, abotagadas. Quienes deciden qué se produce y qué no, se han dedicado a cuidar su puesto o su reputación, y les aterra que su nombre se vea relacionado con alguna transgresión de las que escandalizan al público y su buena conciencia burguesa. Todo es un eterno cliché y un sermón.
¿Dónde están los cineastas punk del mundo? ¿Donde están los que, como Sheridan y parafraseando a Glauber, piensan que para hacer cine todo lo que se necesita es una cámara en la mano y una cresta en la cabeza.