Al final no resultó catastrófico como me lo esperaba.
El avión a São Paulo salió al filo de la medianoche, tal y como lo habían anunciado los empleados de la aerolínea. Eso sí, una hora después, señores, fasten your seatbelts, it’s going to be a bumpy night, como diría Margo Channing. Aquel bicho comenzó a sacudirse, bambolearse, traquetear, chirriar y gemir de lo lindo. La madre de las turbulencias durante casi todo el trayecto (o eso me lo pareció). Se cae. No se cae. Ahí vamos pa’bajo, madre de Cristo. Ahora pa’rriba. Menos mal. No sé si las turbulencias tenían que ver con la erupción del Puyehue. Y si tienen que ver, muy mal hecho de su parte.