El petróleo amenaza con sobrepasar la barrera de los 150 dólares por barril.
Las protestas por el alza del precio de los combustibles se diseminan por toda Europa. La General Motors corta la producción de rústicos, utilitarios, pick ups o todo terrenos devoradores de carburantes como el Hummer, sembrando la tristeza entre las estrellas de Hollywood dadas a la ostentación (¿y qué habrá sido del Hummer de hidrógeno de Arnold?).
Nadie está seguro de lo que sucede, ni sabe muy bien por qué. Algunos dicen que es culpa del alza de la demanda; de la entrada al mercado de de la China, de la India; de los especuladores, de la recesión económica estadounidense, de Bush, de Chávez. Nadie se atreve a decir si las reservas están a punto de agotarse o si, por lo contrario, queda petróleo para rato. Hay quienes, incluso, piensan que el petróleo es un recurso natural renovable, contrariamente a lo que se creía. Nadie puede predecir si el precio del crudo seguirá subiendo o si caerá en barrena de repente, sin aviso previo.
En todo caso, ambas perspectivas parecen igual de catastróficas, idénticamente aterradoras.
Cada día que pasa parece más próxima y posible la visión apocalíptica que describiera George Miller en Mad Max: malandros punketos, sifón en mano, asaltando camiones cisternas en movimiento, para obtener algunas gotas de combustible.
Sí, tal parece que viviremos ese día señores: después de todo, Mad Max transcurría en un futuro muy cercano ¿no era así? Ese futuro cercano quizás ya sea presente.
Pero mientras llegan los tiempos aciagos del mundo sin petróleo, bien vale un poco de nostalgia anticipada por un tipo de películas que pronto dejaremos de ver: las cintas de muscle cars.