Cíclicamente, uno vuelve a toparse con el mismo tema (o mito) del “Papá-Estado, benefactor, burocrático, ineficiente y clientelar” que, cual doncella saltarina con una canasta, reparte alegremente fajos de billetes para que unos simpáticos duendecillos, muy nerviosos e inseguros, filmen sus películas, también a la ligera, sin responder por los dineros públicos que les ha otorgado.
No. La realidad no es ese cuento de hadas que te han vendido. Que si así fuera, todo el mundo sería no sólo cineasta, sino millonario además.
El financiamiento de una película venezolana es un asunto mucho más complejo. Por otra parte, el negocio del cine en este país es mucho más riesgoso de lo que a veces se sugiere. Money talks, dicen los estadounidenses, y cuando habla, uno se entera de cuán difícil será desarrollar una industria cinematográfica en nuestro país.
Si quieres enterarte de cómo es en realidad el asunto, sigue leyendo. Ahora, si prefieres seguir creyendo en cuentos de hadas, no necesitas seguir leyendo.
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