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No hay nada glamoroso en hacer, en rodar una película. Nada. Absolutamente nada. Ni siquiera los estrenos, con sus alfombras rojas y sus actrices y actores guapos y bien vestidos, lo son. Al menos, no para los realizadores. Tampoco para los actores, ciertamente. Los estrenos puro nerviosismo, sólo alteración.
A eso se refería rodar una película era como un viaje en diligencia en el lejano oeste. Al principio uno espera tener un lindo viaje, pero al final lo único que desea es salir vivo del trance.