Quizás a alguno de ustedes les suene el nombre de Josh Harris. Yo lo recordaba por un reportaje de Wired, de principios de los 90, los años de la burbuja de Internet y el auge de las empresas puntocom.
En esos días, a Harris le llamaban el Andy Warhol de la Web por sus extravagantes proyectos. En uno de ellos, llamado Quiet, junto a 100 artistas en una fábrica abandonada y armó una fiesta de casi un mes, donde todo era gratis.
Los invitados podían quedarse a dormir en extrechos cubículos de diseño japonés, comer, bailar y trabajar. Pero había un truco: todo sería registrado en video y no había paredes de ningún tipo. Todo se hacía en público y ante las cámaras e iba a parar directo a Internet.
El aquerrale duró poco, pues fue clausurado por las autoridades por parecerse demasiado a una secta milenarista.