Ya se acerca el estreno de una de las películas nacionales que más deseo ver; El Regreso, la ópera prima de la zuliana Patricia Ortega. Y si es una d elas películas que espero con más impaciencia es sencillamente, porque creo que puede hacerle justicia a ese ámbito mágico y feroz que es La Guajira.
En el cine venezolano ha habido algunos intentos de explorar a través de la ficción, el árido paisaje de la península y sus moradores. Pero ambos intentos han sido fallidos, acaso porque prevalece el prejuicio en la mirada foránea, centralista y eurocentrista, como en el caso de la coproducción hispano venezolana La Niña de Maracaibo, de Miguel Curiel. Aunque, por otro lado, también recuerdo un viejo y estupendo documental sobre La Guajira dirigido por John Petrizzelli y rodado en Súper 8, allá en la década de los 80.
Tengo la sensación de que El Regreso por fin contará la historia que La Guajira y los wayuu merecen.
Augusto Pradelli dirige la que es su Ópera Prima, y hasta ahora único largometraje de ficción, la película Jóligud. La historia transcurre en el año 1971. Trata sobre la esperanza que tienen un grupo de saladilleros, habitantes del antiguo barrio colonial de Maracaibo, El Saladillo, en una preciosa joven, Sarita.
Para buena parte de la comunidad la joven por su belleza podría ser una artista de Hollywood, o como ellos lo pronuncian: Jóligud.
La llegada al estrellato de esta joven pondría en alto el nombre del barrio y evitaría su demolición, que estaba establecida por decreto del presidente de la República de aquel entonces, el Dr. Rafael Caldera, quien con su plan de “Renovación Urbana” destruyó el emblemático barrio para construir en su lugar una plaza, al estilo de las “caminerías francesas”, para el disfrute de la ciudadanía. Este punto introductorio es tratado, sin tanta profundidad, en el cuadro de texto que nos presenta la película.
La película Jóligud, primer largo zuliano
La película Jóligud fue muy sonada en su época por ser el primer largometraje hecho en Maracaibo por cineastas de la ciudad, así como por mostrar varios elementos realistas de la sociedad venezolana. La dependencia a las soluciones fáciles. La falta de un verdadero reconocimiento cultural. Y el preciosismo como principal valuarte para la superioridad y el progreso.
La madre de nuestra protagonista alardea de la hermosura de su hija, a tal punto de no ver necesaria su formación escolar al vislumbrarle un futuro esplendoroso en la gran pantalla. Esta esperanza se traslada a casi todos los habitantes del barrio, quienes acompañan a la madre de Sarita en la escritura de una carta, la cual envían junto a un sobre que resguarda las fotos de la silente y tímida joven, quien no pronuncia una palabra en toda la película.
La dependencia y exaltación a la cultura ajena y al preciosismo se pueden resumir en la tercera secuencia de la película. Sarita, quien recibe de Vicentico, un joven amigo con ademanes femeninos, instrucciones para caminar correctamente con un libro en la cabeza.
Vicentico siempre habla mezclando frases en inglés y nombres de artistas estadounidenses. Él es la máxima expresión social de la valoración de la cultura exterior en la película. También es quien calla a Sarita en su único intento de comunicación oral en toda la historia.
Jóligud, el falso regionalismo
En una de las escenas de la película Joligud, vemos la hostilidad de una señora del barrio ante la solicitud de compra de su casa por parte de un ingeniero del gobierno.
Aquí se plantea la única respuesta directa por parte del barrio ante la agresión emitida por el gobierno en curso. La escena representa muy bien la realidad de los acontecimientos. La indiferencia le ganó en proporción a las quejas y protestas ante la imposición “suprema”, de la “caminería francesa”.
Nuestra tolerancia, venezolana, parece a veces ser eterna. En este caso, el pueblo zuliano, caracterizado por su regionalismo, no hizo la diferencia. Recuerdo a Iván Diaz, un amigo actor y director de teatro, que alegaba, citando el ejemplo del Saladillo, que el regionalismo zuliano no es más que una mera pantalla.
Creo que en este caso tan emblemático no se equivocó. Como muestra está ese atropello que se dejó imponer. Sin protestas que se hicieran escuchar realmente. Pero con mucho llanto póstumo.
Vicentico y los demás personajes que rodean a Sarita, dan la impresión de no tener vida propia. Se atienen a las consecuencias por su falta de lucha y a las excusas.
Tal como hicieron los verdaderos habitantes de ese barrio.
Y como lo han hecho gran parte de los venezolanos en otros sentidos. Esperanzados en la salvación de los famosos empresarios norteamericanos que venían a ayudarnos con el oro negro que se reproducía por doquier desde inicios del siglos XX.
El público rechazó la película Jóligud
Contrario a lo que se esperaba, la película sufrió un fuerte rechazo por una parte del público, quien la calificaba de poco realista en su discurso y de malas actuaciones. La crítica en cambio la favoreció. Fue ganadora con el premio Mejor Ópera Prima en el Festival de Cine Venezolano del año 1991.
Esta película presenta gran influencia del cine italiano en su estética, sobre todo del director Federico Fellini. Es una película llena de contradicciones, con muchos detractores y defensores.
Por circunstancias que solamente él conoce con certeza, y que ha generado muchas hipótesis, la película Joligud ha sido hasta ahora el único largometraje de ficción de Pradelli. Y hasta no hace muchos años fue el único largometraje realizado en Maracaibo por venezolanos.
Sarita es una joven que desde niña ha sido predestinada para ser actriz. Un día, le toman unas fotos y las envían a la Metro Goldwyn Mayer, con la ilusión de obtener un contrato y así ayudar a evitar la inminente demolición del barrio maracaibero de El Saladillo. Todos esperan ansiosos la respuesta, pero esta nunca llegó.
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