Bueno, lo de llamar es en sentido figurado. Es que no aguanté el chiste fácil de citar el lema que los infomerciales se han encargado de tallarnos en el subconsciente.
Resulta que esta mañana estaba yo desayunando un nutritivo sandwich de queso y medio litro de té Lipton, pensando ahí en las típicas pendejadas que piensa uno en las mañanas, cuando sonó el teléfono de la casa. Supuse que me llamaban de Maracaibo para darme una mala noticia (siempre pienso lo mismo cuando alguien llama tan temprano), como que se volvió a caer el puente o se quemó el mercado de Las Pulgas o le cayó jején a la Tablita, así que contesté con el lomo erizado.
Afortunadamente, no era de Maracaibo la llamada. No. La cosa era aún más retorcida. Lo primero que escuché fue una voz femenina robótica que me decía las fatídicas palabras de “usted ha recibido…” La última vez que escuché esas palabras automáticas, fue para informarme que mis tarjetas habían sido clonadas, que me habían dejado sin un cobre en el banco, con una deuda que sólo pagarían a duras penas las generaciones venideras y que, en todo caso, me esperaba un largo y burocrático camino en Atención al Cliente para que el banco se dignara a devolverme mis reales.