Debí leerla hace cinco años. La nota decía que el director Mike Figgis había aprovechado la confluencia de actores que se daba en el Festival de Venecia del año 2000 y se había puesto a rodar una película.
Pero la ingeniosa forma de armar un reparto de “todos estrellas” no era lo único interesante de aquel proyecto. Como su película anterior (Timecode), Figgis rodaba en vídeo digital y su equipo estaba compuesto por una sola persona: el director.
Él mismo era todo su crew.
De modo pues, que la comedia de caníbales –titulada Hotel– resultó ser la labor de un hombre orquesta que tocaba un instrumento que él mismo había inventado (en colaboración con Ben Wilson).
El invento parecía el volante arrancado de un automóvil (aunque Wilson también diseñó un prototipo que parece el timón de una bicleta y otro similar a un salvavidas inflable) y le permitía a Figgis, no sólo manejar la cámara con más estabilidad, sino también el sonido y la iluminación.
Tiempo después, el fabricante de trípodes Manfrotto contactó a Figgis para comercializar su invento.