Compromisos de trabajo me impidieron asistir al II Festival del Cine Venezolano de Mérida. Los mismos compromisos —la compleja postproducción de un documental que estoy realizando—; me impidieron ayer informar sobre los premios del evento, aunque sabía los resultados desde la noche del jueves. Debo agradecer pues a nuestros comentaristas, quienes ayer nos mantuvieron informados con sus comentarios. Especiales gracias a Stefano, quien nos transcribió una noticia sobre la premiación.
Pero no quiero dejar pasar la ocasión para señalar cómo se hizo patente en el marco del festival, la emergencia de una nueva generación de cineastas que acaso le inyecte vitalidad al esclerótico movimiento cinematográfico venezolano.
El premio como Mejor Película a Secuestro Express, de Jonathan Jakubowicz, me parece un acto de justicia con una película que marcó; un cambio de rumbo temático y estilístico (y de mercadeo y taquilla, por supuesto) del cine venezolano, un antes y un después en la historia cinematográfica nacional reciente. A poco más de un año de su estreno, aún se sienten las repercusiones de su paso por la cartelera nacional.
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