Cito a continuación un pasaje del discurso de Steven Soderbergh en el Festival de Cine de San Francisco sobre el estado actual del cine estadounidense.
El fragmento resulta particularmente conmovedor, pues toca un tema al que ningún artista es ajeno —a menos, claro está, que sea un arrogante desmedido o un perfecto imbécil—: el del costo del arte y la creación, en un mundo de recursos cada vez más menguados y de grandes sectores de la población en la miseria: