La arquitectura visual de The Joker de Todd Phillips es laberíntica como las circunvoluciones de un cerebro, voluntariamente inconexa y a ratos confusa como el la evolución del discurso populista que retrata, que desmonta y denuncia a la vez. La historia de The Joker transcurre enteramente en la mente de un paciente mental que ha perdido el acceso a su tratamiento médico subvencionado. De allí en adelante, es la crónica del derrumbe de la razón y su sustitución por el instinto y, aun, por los fantasmas del resentimiento, la soledad y la discriminación social.
En pocas palabras, es la descripción pormenorizada de un proceso de alienación. Personal, pero sobre todo, política.
El film es el recuento de la cruenta batalla de Arthur Fleck por mantener unidos los pedazos de una identidad, la suya, que se desmorona conforme transcurre la historia. Acaso por eso la trama progresa a saltos tempo-espaciales. Es la mente de Fleck que avanza y retrocede en un vano intento de reconstruir el hilo narrativo de su propia historia vital. Su intento de mantener unidos los pedazos de su fracturada identidad.
Inevitablemente como Fleck, los espectadores paulatinamente perdemos noción de la realidad conforme transcurre la trama. Al final somos incapaces de dilucidar qué ha sucedido realmente. Yqué ha sido sólo un delirio del personaje principal.
La debacle existencial de Fleck se exterioriza como decadencia urbana. La Ciudad Gótica de The Joker es oscura, pestilente y claustrofóbica, desbordada por la basura, la delincuencia y la deshumanización. Recuerda a ratos a la Nueva York de los 70 de Taxi Driver o a la Berlín de la República de Weimar de El Huevo de la Serpiente, de Bergman. Una urbe de pesadilla donde el resentimiento social lo va impregnando todo hasta encontrar su válvula de escape en las acciones demagógicas y violentas de Fleck.
The Joker de Todd Phillips, la encarnación del populismo
The Joker de Todd Phillips muestra el ascenso del populismo partiendo de lo interior y subjetivo, a lo colectivo y público. Un producto de las preocupaciones colectivas actuales, a la vez que reflexión acerca de este extraño mundo, dominado por el populismo, el culto a la celebridad y la fama, en que vivimos. Este mundo donde, como en el caso de Fleck, se ha desdibujado la frontera entre lo verdadero y lo fake, entre lo virtual y lo real. El Joker que resulta del desmoronamiento de la personalidad de Fleck es básicamente la personificación del discurso de odio.
La referencia a Taxi Driver no es gratuita. El propio Phillips ha dicho que una de las principales referencias de The Joker es la historia de Travis Brinkley, el alienado taxista insomne que se transforma en un justiciero. Pero además El Rey de la Comedia, del mismo Scorsese, que ya eón los setenta presagiaba los conflictos de hoy entre las figuras públicas y sus fanáticos. La misma Ciudad Gótica de Phillips se inspira en el Nueva York de los setenta que recorría con su taxi amarillo el magnicida frustrado de Brinkley.
Finalmente, después de ver The Joker uno no puede más que sentir intriga acerca de la clase de Caballero Oscuro al que habrá de enfrentarse. ¿Acaso alguien más cercano a Travis Brinkle, el insomne veterano de Vietnam de Taxi Driver que al Bruce Wayne de los cómics?